
Esclavos de las palabras, los personajes de estos cuentos expresan más de lo que quisieran y también no todo lo que quisieran; en la literatura habla el cuerpo y sus contradicciones, el cuerpo y sus deseos, sus expectativas insatisfechas. Los culpables –todos– aguardan la palabra que alcance el perdón y también la palabra que acerque los silencios, los temores inconfesables y tantas veces inefables...
Recomiendo especialmente dos de ellos: “Mariachi” y “Amigos mexicanos”, mis favoritos, desde ahora y tal vez después... ¿Qué hacer cuando alguien mira de frente nuestros fantasmas, nuestras filias y fobias más íntimas, y decide vincularlas a la realidad?, ¿pintarse el pelo de blanco, comer tomates como promesa de un placer venidero, llevar el absurdo de la cultura show postmoderna hasta el punto de convertir el simulacro en encantadora intimidad detrás de cámaras?, ¿qué hacer si Latinoamérica sigue siendo un parque temático?, ¿plagiar hasta encontrarnos a nosotros mismos, dejar pelotas de tenis en el asiento trasero como una huella a destiempo, dejar de contestar las llamadas telefónicas, seguir mirando cómo las ballenas se pierden en alta mar?
Si el escritor no perdona a sus personajes caerá en el ya anacrónico realismo socialista o en las obras literarias que dividen –y reducen obscenamente– al mundo entre demonios y ángeles, urbe apocalíptica y campo neoarcádico, realidad y espacios íntimos... La voz que crea desde la ironía está de pie sobre su ojo insomne; la palabra alcanza el perdón en la voz de una mujer de pelo blanco que se fue lejos sólo para volver definitivamente, en la voz de un hombre borracho que escribe guiones para que alguien se reescriba a sí mismo...
En aviones, en sets de grabación, sobre un camión mirando caer las estrellas, en el desierto con reptil incluido, sobre un andamio, en una cancha de fútbol, en un contestador automático, resuena una cicatriz, una pavesa del pasado... Los culpables pueden seguir de largo o decir mentiras, o decir no a la voluntad y dejar que el cuerpo se mueva por la casa sin contestar las llamadas telefónicas o sólo comiendo tomates...