
Luego entré en un colegio mixto y allí aprendí cosas que no alcanzaría a enumerar en esta entrada; muchas veces mi relación fue más estrecha con los profesores que con mis compañeros; esas eran las consecuencias de ser la “nerda”, pero también eso me hizo amar la filosofía, la geografía y el dibujo. En el colegio dirigí revistas, escribí poemas y reflexiones, promoví campañas ecológicas... En el colegio también me enamoré, conocí el cine, conocí el rock en español, conocí a Goethe, a Calderón de
Muchas veces he querido saber qué se siente irse a los golpes con alguien, pero las peleas de mujeres no suelen ser más “estéticas” de lo que es un arañazo o un jalón de pelo; la agresividad femenina es más sutil que la masculina y eso siempre la hará más perniciosa, más insana. Me gustan las peleas de los hombres porque solucionan su problema y ya es historia. Las peleas de las mujeres se alimentan de chismes, de rencor, de competitividad, por meses y meses, por años y años... La lengua de una mujer puede ser más dañina que los golpes de un hombre, puede dejar huellas más profundas que una cicatriz o un “morado”. Las peleas de las mujeres se miden por la habilidad con la que mueven su lengua y yo siempre he perdido cuando me toca moverla a mí... Si hubiera sido hombre, habría sido de una de dos maneras: o al que le pegan sin que se pueda defender, o el que se camufla en un bajo perfil para que no le lleguen las amenazas de golpes... No se puede saber..
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Envidié más las peleas de hombres cuando vi El club de la pelea, pero no encontré a nadie parecido a Marla Singer para fundar un club femenino...
Todo esto sólo para recomendar un libro, una novela que me hizo divertir como hace mucho tiempo ningún libro lo había hecho: Manual de pelea (2004), de Andrés Burgos (Medellín, 1973). Lo que más me ha sorprendido en esta novela es el narrador, la construcción de la voz narrativa. Burgos logra contar la historia desde la voz de un niño-adolescente de 14 años que recrea la vida escolar de octavo C en el colegio
El colegio es un sitio peligroso, es un lugar de aprendizaje feroz. Recordé a mi hermano, a hombres que aprecio, a mi amor, en sitios parecidos a ese o mucho más fieros; los imaginé yendo más allá de la frontera imaginaria que demarcaba el final del barrio (a mí que no salía de mi cuadra), los imaginé armándose de valor para soportar los insultos y las amenazas o aprendiendo diferentes técnicas para defenderse y reaccionar en el momento adecuado, los imaginé nerviosos frente a la niña que les gustaba, sin entender muchas veces los cuerpos y las actitudes que cambiaban más rápido de lo que ellos podían advertir, los imaginé tristes porque las presencias femeninas de sus sueños y de sus “pajas” se iban con quien tenía mejores tenis o con quien al papá le prestaba el carro, incluso con el que tenía carro o moto. Yo me imaginaba a mí misma con mi cuerpo plano, viendo a los muchachos correr detrás de bellas formas...
Esta novela de aprendizaje nos recuerda que el mundo adulto es el espejo de este universo que describe Burgos: los fanfarrones y los pusilánimes se forman aquí, pero también es un espacio que nos acerca a descubrir cómo somos, nuestras cercanías y distancias con los demás, nuestra manera de ser nosotros mismos y aceptarlo, y abrazarlo...