


A Karen ya no le gusta su vida, ya no se reconoce en ella, y tiene la valentía (no exenta de cobardía) de cambiarla, de cambiarse. A Karen le gusta leer, le gusta el teatro, se siente fea y vieja, se avergüenza de sus senos porque son pequeños. Karen aguanta hambre, busca trabajo, aprende a sortear el día a día.
Aquí no hay televisores ni radios transmitiendo las noticias, no hay “actores del conflicto”, no hay putas ni sicarios, no hay traquetos ni políticos corruptos. Aquí sí está Bogotá, la que yo conozco: el Transmilenio, el centro, La Candelaria, Quiebra Canto, algo de Chapinero, el mismo ñero que veo cuando voy a la Luis Ángel o durmiendo frente al lugar donde vivo y un barrio residencial como tantos. Una mamá como el 95% de las mamás, un matrimonio que ya no funciona, una madre adolescente.
Karen está sola y a veces duda, pero lo que ha descubierto dentro de ella es más fuerte. Las oportunidades a veces tardan en llegar, pero llegan para quien las está buscando, para quien quiere que lleguen, para quien se prepara para recibirlas.
Algunos dirán que es otra película más, otro “intento”, que si la historia, que parece una telenovela, que los escenarios y personajes tan conocidos, que es feminista, que es autoayuda. Yo digo que no. La historia es simple y no tendría que ser de otra manera, el sonido es bueno, los diálogos creíbles, los efectos innecesarios, la guitarra del final apenas perceptible y cierta. Karen sin maquillaje y tan cercana; los otros, eso sí, un poco tan acabados de salir de la escuela de teatro o del grupo de amigos del director de la película.
Hay una escena que, creo, siempre recordaré (siempre quiero recordar): Karen y un hombre (un escritor de obras de teatro) sentados en un café-bar, alguien canta (Edson Velandia y su voz memorable, de colores y texturas diversas), una marioneta se mueve y juega con Karen; Karen ríe…
A veces cuesta mucho cambiar de colores, cambiar el marrón por el azul claro, el amarillo, el verde, el morado, el fucsia; cuesta cortarse el pelo y descubrir el rostro: los ojos un poco más grandes, los labios más visibles, la sonrisa más amplia… Por una Karen vestida de azul, cuántas y cuántos vestidos de gris, por una Karen leyendo en el bus, cuántos y cuántas llorando en el mismo vagón.