
...Volver a sentir ese algo que se mueve a la velocidad de las teclas, que intente sacudir por espasmos prolongados el pensamiento.
martes, 25 de diciembre de 2007
Escenas de sofá

domingo, 25 de noviembre de 2007
“Una parte de la euforia”

Estoy en Bogotá y me duele la garganta... Los Soda se han reunido por tres meses para hacer una gira, una odisea por América. No puedo comparar los conciertos del Soda de antes con el sonido que recrearon anoche, pero sí me queda la sensación de que definitivamente esta no es una segunda parte, sino la confirmación de un “Fue”. Charly, Zeta y Gustavo son cada vez más virtuosos con sus instrumentos, su sonido es cada vez más depurado, se siente cada vez más la técnica que han alcanzado, la madurez de diez años de experiencias musicales por separado, de crecer individualmente. Anoche pensaba que hoy el sonido de Soda es muy contemporáneo; su música seguirá siendo un punto de referencia por lo que hicieron en sus momentos, por su sentido visionario del rock, pero hoy –como un eco de nuestras palabras en un bus destartalado y con un chofer medio ebrio– es una banda que suena perfecto en vivo... Esto lo digo yo que esperé este concierto doce años, yo a quien las letras de Soda le dicen cosas nuevas cada vez que las oye –anoche entendí, por fin, el sentido de “Final caja negra”–, yo para quien la música de Soda expresa mejor que ningún otro grupo mis diferentes atmósferas y emociones...
Guardo en mi memoria la alegría de estar allí, la sorpresa por las canciones que siempre quise oír en vivo. Estábamos muy lejos de la tarima, pero estábamos allí, escuchando cómo se producían esos sonidos, con la obnubilación de ver a esas tres pequeñísimas figuras unidas para pasarla bien, las imágenes llenas de luces de colores vivos, vivísimos y, de pronto, lo mejor de la noche: “Déjame vivir este sueño, el mejor que he tenido... energía misteriosa, resplandor... Al soltar mi cuerpo en remolinos, resplandor”... Quiero recordar siempre ese momento, quiero recrear siempre ese momento... Gracias, Soda, una vez más.
lunes, 12 de noviembre de 2007
“Fotosíntesis”
A
voz polaca, a nuestras seis piernas, a Bogotá –por fin–, y a mis historias para ti...
Hubo un cuarto
donde estuvimos yo y mis recuerdos,
una pieza cálida en el centro del mundo
y mi cerebro en expansión
y mis palabras abigarradas.
Hubo un cuarto con tristezas todavía adolescentes
y deseos más adolescentes aún.
Hubo un cuarto rodeado de montañas
con un valle al fondo:
paisajito digno de fotografía
que sólo tuvo mi cuerpo sobre la cama
mirando el techo.
que se fue llevando poco a poco la tinta de los recuerdos,
que pidió disculpas por sus nuevos anhelos
y luego pateó las puertas
hasta echarlas abajo.
No fue otra exhibición,
sino el silencioso transcurrir de las horas
frente a desencuentros repetidos.
quiero mi oído junto a tus manos,
quiero mi corazón en expansión,
un encuadre panorámico
con la cursi melodía de ocho piernas columpiándose
sobre la acera mojada,
sobre el soleado asfalto
de una ciudad que ahora puedo nombrar
que antes sólo tuvo mar
y un loco en una puerta abandonada.
Photo by Gonzzo.
sábado, 20 de octubre de 2007
“Tu aliento es mi respiración”
Él es Juan Felipe y trata de respirar, trata de asir la vida que le ha sido prometida. Él es Juan Felipe y agarra fuerte las manos de su papá y trata de mirar, de reconocer a su mamá, al ser que lo llevó dentro de sí por varios meses. Él es Juan Felipe, que parece un osito cuando vemos su espalda. Él es mi sobrino, al que voy a llevar al parque, al que le voy a comprar muchos helados, al que le voy a cambiar muchos pañales, el que me va a acompañar a cine, con el que voy a ir a la biblioteca, al que le voy a ayudar a hacer las tareas, el que me va a dar su manita para que lo ayude a caminar, el que me va a hacer pataletas, el que va a llorar hasta no dejarme dormir, el que va a soplar las velas de muchos pasteles de cumpleaños, el que me va a hacer demasiadas preguntas que no voy a saber cómo contestar, el que me va a enseñar otra manera de ver el universo, al que le voy a regalar muchas de las cosas hermosas que tiene estar vivo, muchas de las razones por las que es hermoso estar vivo, el que me va a sonreír mucho y el que a veces me mirará mal porque no podré complacerlo en todo, el que me dará abrazos tibiecitos y besos llenos de saliva con sabor a chocolatina y a mermelada de fresa.
domingo, 16 de septiembre de 2007
Itinerario verbal
En épocas de efímeros gustos, de consuetudinarias opiniones literarias sobre el libro de “moda”, o el más vendido, hace bien irse a la cama con el ritmo escritural de un seductor del siglo XVIII y despertarse con la narración precisa de una autora que esperó veinte años para contar el cambio de su sociedad. Lo que jamás dejará de sorprenderme es la actualidad de aquellos libros que llamamos clásicos, la forma en la que siguen abriéndonos el panorama del mundo en el que vivimos; de Laclos construye con hábil visión la forma de una época que pretendió ser “ilustrada”, pero dicha ilustración sirvió como instrumento a las mentes brillantes para llevar al extremo su racionalismo destructor. La corrupción de una sociedad se mide por el tipo de relaciones que se construyen entre los hombres y mujeres que la componen, y de eso da total cuenta el autor de Las amistades peligrosas. Duele ver la manera en que la Presidenta de Tourvel cae en la trampa planeada por el Vizconde de Valmont; duele ver la manera en que el racional orgullo de Valmont le impide salvar el amor que le inspira su víctima; asquea la vanidad racional a la que llega la marquesa de Merteuil, el orgullo femenino herido que termina con la “inocencia” de muchos... Emerge una leve sonrisa de la intención explícita de los “editores” de las cartas que componen este libro, al presentarlas como una forma de instruir a las futuras generaciones...
Esas futuras generaciones son la esperanza de una edad de la inocencia perdida, bien ida, para Edith Wharton. Hermosa manera de mostrar que la literatura no tiene sexo, inteligente forma de no pretender “entrar en la mente de una mujer” y dar a conocer sus pensamientos, dar a conocer “la voz que ha sido silenciada por el universo masculino”... Bla, bla, bla, “babas sonoras” que deben recoger sus rastros con la narración de esta novela; no hace falta narrar el universo femenino, porque la “Sociedad” se compone de hombres y mujeres condicionados por los mismos convencionalismos, el deber y la costumbre que vuelven gris cualquier existencia y cualquier relación, cuando no hay la admiración mutua que deriva en respeto cómplice. Newland Archer es el personaje masculino mejor construido que conozco hasta ahora como lectora y me conmovió la forma penetrante de presentar sus pensamientos y sentimientos sin estar totalmente inmersa en una novela psicológica, pero tampoco en el a veces pesado ambiente de la novela histórica anterior a la segunda mitad del siglo XX.
Me pregunto cuántas veces hemos cedido a la conspiración de la “Sociedad”, a sus vericuetos silenciosos, pero efectivos, a su sutil manera de moldear nuestra trayectoria personal. Un hermoso ser habló alguna vez sobre la falacia de creer en cualquier tipo de “esencia” individual, porque esa pretendida “esencia” sólo era una forma de manipulación. Somos el resultado de las presencias que nos rodean, de nuestras peligrosas amistades y del angosto o abstracto círculo social en el que nos movemos. Siempre será más fácil elegir la virtud que el coraje y me pregunto, como Ellen Olenska en la novela de Wharton, si la bondad es sincera en aquellos que no se atreven a ser tentados... La exposición “ante un público terriblemente educado que jamás aplaude”, que mantiene el orden social sobre la hipocresía y defiende públicamente las “buenas formas”, que margina lo diferente, lo que cuestiona, lo que problematiza, lo que quiere reconocer los límites como parte de la experiencia del mundo y no como simples y abstractas marcas sobre el papel, es el signo continuo de una sociedad que se transforma con los “nuevos tiempos”, pero que institucionaliza sus nuevas jerarquías, aquí y allá, antes y todavía...
Ahora deseo ir a buscar un autor de 39 o menos de 39 y si no lo encuentro, entonces uno de más de 39; en la amplia carretera latinoamericana se forjan huellas de palabras que no buscan los listados de la fama editorial –aunque sí sus derechos de autor–, sino la manera de interpretar las nuevas jerarquías sociales, la ordenación actual de nuestra realidad. Por ahora tengo dos nombres anotados con afán a la salida de algún conversatorio Bogotácapitalmundialdellibro, las imágenes de Zanahorias voladoras y un cubo de azúcar empezando a derretirse en una taza de café, pero ninguna certeza del encuentro; ¿alguien desea tentarme con algún otro nombre?
sábado, 25 de agosto de 2007
“Caminitos hacia el cosmos”

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Foto de Armando (de Cali -Venezuela- para Bogotá, con cariño).
domingo, 12 de agosto de 2007
De los congresos, otra vez
¿Por qué asistimos a congresos? Porque ser literato es un oficio que tiende al aislamiento, al trabajo que se hace en solitario o en grupos metidos de cabeza en la biblioteca o en la red, entonces, los encuentros académicos se convierten en la posibilidad de salir de la febrilidad privada y compartirla –en cierto grado– con otros. Quiero creer que también asistimos a estos eventos movidos por un pensamiento que nunca se detiene, que busca renovar las palabras cansadas de tanto repetir lo mismo; quiero creer que nuestros nombres desaparecen cuando leemos, cuando hablamos de una producción cultural que ha conmovido nuestro ánimo y nuestras ideas; quiero creer que quienes nos escuchan atienden el hilo de quien habla desde la mesa y no sólo esperan la oportunidad de hablar para exponer que ellos también saben, que también han leído; quiero creer que seguirán atendiendo ese hilo por muchos días. Voto por el respeto de la palabra, por uno de los motivos más exultantes para seguir vivos.
Voy a recordar a cinco seres humanos hablando de crítica literaria, de la necesidad de renovar un discurso que se acostumbra muy fácilmente a la divagación y a las palabras que se usan para el elogio vacuo; voy a recordar la capacidad de creación que vi en esas palabras, la pasión rigurosa de aquello que se impone con claridad. También recordaré a un público que supo escuchar, que esperó su turno para hablar con la intención no de opacar al otro, sino de aportar a un discurso común que tenemos necesidad de formar, de afianzar, lejos de las modas, los prestigios infundados, las reflexiones superficiales, cerca de la “felicidad” del diálogo, de la posibilidad de llegar a una conclusión relativa, “y de qué lado / de la mesa llega eso, o de / qué boca, o de qué rostro, o / desde qué nombre es lo de menos” (Borges).
Mi ego salió bien librado de ese congreso, pero sigo buscando, voy encontrando; sigo pensando en mis fórmulas, en mis palabras convertidas en “moneditas”. Por ahora voy arriba a mirar el cielo reflejado en el agua, en el centro del edificio de postgrados de la Universidad Nacional, voy a acostarme sobre el prado y a apoyar la cabeza sobre una voz que me acompaña, voy a meter de nuevo la cucharita en un postre de maracuyá, voy a recordar las palabras de un hombre silencioso en la primera fila del salón, voy a recordar su mirada honesta diciéndome: “Fue una ponencia muy bonita”. No interesante, ni coherente, ni bien pensada, ni correcta; bonita. ¿Quién va a los congresos de literatos para encontrar la belleza, para encontrar una forma de la felicidad, una forma de la sensibilidad? Ignoro lo bello de mi ponencia; mi intermitente timidez sólo me dejó darle las gracias, pero quisiera saber, quisiera sentir, dónde está para él esa belleza –si es que para él lo bonito es bello–, si vio en mí esa forma de felicidad que me dan los libros y sobre todo ese libro angosto y basuriego del que hablé, en nombre de otros dos febriles lectores que andan sueltos y con quienes descubrí esa felicidad.
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Photo by Gonzzo (edificio de postgrados, UN).
viernes, 3 de agosto de 2007
De la precariedad del mundo
“Con la lógica artificial de todo destino que se piensa hacia atrás”, pienso en las decisiones que me han llevado a articular palabras, a cansarme de las fórmulas que he aprendido para hablar de lo que desvela sus contradicciones en el preciso momento en el que este acto se convierte en testimonio. Reanudar es darse cuenta que somos los mismos para los otros, que aquello que se ha asumido como un hecho no puede mover en un ápice el mundo del que salimos. La vida envuelve sus causalidades en nuestras pequeñas ficciones, en la forma en la que observo el libro cerrado, la mirada sesgada de la ilustración y recuerdo, reanudo, mis pasos flotantes, ingenuos sobre el asfalto.
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Photo by Gonzzo.
jueves, 19 de julio de 2007
"El país del fugu"
He hallado la respuesta, he encontrado que la curiosidad es sólo el primer paso, pero también es lo que siempre debe mantenerse. La curiosidad como aquello que atrae las cosas hasta apropiarnos de ellas; ahí está la diferencia, ya no hay paradoja -¿no?-: mi necesidad de comprender es directamente proporcional a mi nivel de curiosidad. Ahora recuerdo el fugu nadando sobre las paredes de una casa a través de las cuales el agua se deslizaba sin derramarse sobre el piso, la luz de aquel lugar, una obra de teatro interpretada por todos nosotros, los rostros felices, la apuesta por la confianza, por una intimidad compartida, el brillo en los ojos cuando vislumbré la posibilidad de ese pronombre en la mitad de un sueño. El despertar fue en una ciudad lejana, íngrima y abúlica que permitió la traducción de las palabras, de los sueños rotos, las caricias solitarias una mañana que inauguraba el año nuevo pensando en él, el chico de las uñas pequeñas y los ojos negros, el de la espalda estrecha y las piernas largas, el que alguna vez lamió mi cuerpo lleno de azúcar y me dejó encerrada en su balcón, mientras él atendía el llamado de mamá y de ella, la mujer de uñas rojas y larga mirada de lechuza... Ahora camino despacio hacia ellos y allí veo al blogosteta; él no me ve a mí, las palabras se encogen y las disparo hacia direcciones inciertas. La realidad es tan sólo un diminuto retrato del asombro: el desencuentro de los deseos y los afectos -sobre todo de los afectos-, una sonrisa arrojada al viento, una lágrima que no cae, las palabras que gorgotean en el pecho y que ya no saldrán, que se vuelven silencios...
La blogósfera ya no es suficiente; ahora entro y salgo de ella para encontrar al blogosteta en el aleph de los libros. El blogosteta tiene forma de lagarto, pero sus manos y su rostro tienen formas felinas; es la primera vez que lo veo y creo que los dioses blogosféricos evitarán cualquier tipo de acercamiento. Por ahora, adquiero una figura espectral y permanezco en el umbral de la existencia; observo al blogosteta y los movimientos anfibios con los que se acerca a una mortal. Me distraigo entre los demás mortales y cuando vuelvo a mirar, el blogosteta y su amorfa presa ya no están; entonces vuelvo a la blogósfera y espero a que mi barco fantasma me lleve de vuelta a su corazón helado, mientras él recuerda entre sonrisas, entre la ironía de sus gestos serios, sus movimientos anfibios, la presa entrando al agua y tal vez, luego, después, más tarde, la soledad y el olvido...
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Photo by Gonzzo.
viernes, 13 de julio de 2007
"Caja negra"
sábado, 9 de junio de 2007
“Chantaje” cinematográfico
Mi mesita de noche no pretende descrestar a nadie con comentarios inteligentes, tampoco pretende ocultar mis sentimientos, ni ocultarme de mí misma, pero sí pretende dar cuenta de aquello que por momentos largos o efímeros mueve mi pensamiento. Villoro tiene un artículo titulado “La academia de la inhibición” que me encanta; aparece en Los once de la tribu y por momentos –que cada vez son más- se convierte en un libro metafísico, en una lectura morbosa y adolescente que me hace pensar en la blogósfera y en todos los blogostetas que ocupamos un lugar sin espacio en ella. Escribo a pesar de mi “academia de la inhibición”, escribo porque "Satanás" me lo permite, porque aún me ofenden sus imágenes pueriles y truculentas, su abuso de la emoción fácil, de nuestras desgracias, de lo que llamamos: nuestra "violencia". Es cierto que la industria cinematográfica colombiana ha mejorado; técnicamente las películas han avanzado, ya se ve un oficio y lo que uno podría denominar un lenguaje cinematográfico y no una transposición del lenguaje televisivo al cine, como fue el caso de la ciegamente vanagloriada “Soñar no cuesta nada”, con sus íconos televisivos –y además impuestos por RCN-, su facilismo axiológico, maniqueísta, sus personajes estereotipados, su planos de telenovela... Recuerdo que por la época que se estrenó, también apareció “El Colombian dream” y en la sala en la que estábamos sólo había seis personas alrededor... Ayer me alegré de escuchar un diálogo en el bus entre una pareja; él le decía a ella que "Satanás" era muy mala, que no fuera a verla, que mejor la compraran pirata para no ir a regalarle el dinero a Cine Colombia –la empresa que acabó con el cine nacional por allá en las primeras décadas del siglo XX-; yo estoy de acuerdo, yo cometí esa equivocación y, como diría una amiga, a la próxima asistiré más guiada por mi olfato. Una sabia maestra en alguna ocasión hacía el comentario de que Mendoza estaba anquilosado en una visión premoderna del mundo en la que el diablo aún controlaba nuestras acciones y el mundo era dirigido por fuerzas malignas; ignoro si el problema de los dioses está resuelto en esta época de nuevos oscurantismos a la que llaman Postmodernidad, pero sí sé que el ser humano es mucho más que una disyunción, un terreno en disputa entre el mal y el bien... Lo que sí sé es que el estómago se revuelve al recordar las escenas torpes de las muertes de la mamá de Eliseo (AKA Campo Elías), la madre de su alumna y su alumna misma, su vecina, y la escena doblemente torpe de la masacre en un restaurante –aún no entiendo por qué no aprovechó también la escena sexual entre dos mujeres narrada por Mendoza en su libro; le habría encantado al público. Del libro no se salva nada -aunque había poco que rescatar-: ni su manejo del ritmo narrativo, ni su estructura; el señor director de “Satanás” se refocila en la imagen de una mujer desnuda orinando sobre la Biblia y pasando sus hojas sobre su pubis mojado, mientras lee un pasaje sobre el demonio. Si un espectador busca el amarillismo de nuestra degradación humana, de nuestro nihilismo social, vea “Satanás”, si prefiere el “chantaje” emocional –como lo denominó alguien que sabe escuchar-, acuda a las salas de cine y, por favor, aplauda al final. Yo tal vez lea algún día El extraño caso del doctor Jeckyll y mister Hide para pensar en algo más que en una responsabilidad que siempre se relega al mal, al bien, al diablo, a dios, al Estado, al novio, al amigo, a la universidad, al destino; luego, una vez más, trataré -tal vez- de regresar a mi “academia de la inhibición”...
sábado, 26 de mayo de 2007
“MATERIA DISPUESTA”
Cuando vuelvan las inseguridades trataré de volver a estas palabras, no para desdecir mis inseguridades, sino para recordar que puedo cansarme de ellas. Sigo desconfiando de Mendoza, pero tal vez algún día lea otro de sus libros para desdecirme o para volverme a decir las mismas palabras en las que ahora creo.
domingo, 20 de mayo de 2007
La feria
Caminar por la Feria es encontrar a personas que no leen, pero que les encanta llevar una bolsa del almanaque Bristol llena de cosas inútiles recolectadas en su trasegar por los pabellones de las instituciones oficiales, como si llevasen libros que las demás personas no pudieran dejar de admirar; caminar por la Feria es darse cuenta que no nos dejarán de gustar los títulos conspicuos –ser la Capital Mundial del Libro, por ejemplo- y que ir a Corferias es una manera de sentirse parte de ese título, de un reconocimiento que saca del anonimato; caminar por la Feria es no comprar nada, mareado por la cantidad de páginas; caminar por la Feria es salir deseando una de esas páginas, sólo una y soñar en la noche con ella y seguir deseándola a la mañana siguiente y no comprarla nunca o no comprarla por ahora. Ir a la Feria es encontrarme con las mismas voces de hace cinco años, las mismas que se esperan con ansiedad un año entero, así sepa que dirán lo mismo, que plagiarán sus libros o sus vidas, o sus movimientos; escuchar esas mismas voces me hace sentir en un estadio –si es que así sienten los hinchas por su equipo-, aunque sin el paroxismo de los colores definidos, me hace sentir un resplandor en mi mente, el sol de no poder formular una sola pregunta, el sol inmaculado de quien vive en esas preguntas, con la sed de volver a sentirlas y de no encontrar respuestas, de no desearlas, con la vitalidad de un sentido que siempre se escapa, con la alegría de quien sólo quiere irse a su casa con un separador nuevo... Hay rincones de Corferias que no dejan de traerme recuerdos: una tarde de lluvia y un libro que llegaba a mis manos con el retraso de las cosas que tendrán la forma de un gesto definitivo, unas escaleras donde dejé el rencor del desamor y un abrazo que se repite en mi mente cuando el viaje blogosférico me deja sin ganas de zarpar de nuevo...