Yo tenía diez años y no me perdía Azúcar por nada del mundo. Allí la vi por primera vez... Alejandra Borrero entra en el escenario por la puerta que minutos antes todos cruzamos para ocupar nuestros asientos de espectadores buenos. Ella empuja una silla de ruedas, sube al escenario, a su cuarto de paciente, habla, habla y se pierde en sus silencios. Alejandra es un hombre y una mujer, es un ser humano. “Antes de nacer ya estaba aburrido”, nos grita el personaje... Marihuana, cocaína, formas de evadir la monotonía, la normalidad institucional; “¿no habrá otra forma de hacerlo?”, se pregunta el personaje... El cuerpo pesado, cimas y simas de sus estados de ánimo, ojos pasmados, ojos tristes, ojos-llanto, ojos irónicos, ojos juguetones, ojos fuera de sí, ojos fuera del tiempo.
Pharmakon, una obra escrita por Carlos Mayolo y dirigida por otro caleño: Sandro Romero, es un homenaje a este creador a quien la realidad no le gustaba y para quien el cine era el servicio militar de la poesía. De Mayolo tengo el recuerdo de su figura caminando por
Las luces se apagan, la gente empieza a aplaudir; la obra no tiene un final preciso, la obra sigue de otra forma, en otro tiempo, en otro lugar. Algo ha cambiado en nosotros, algo se ha movido dentro de nosotros. Mi amor está a mi lado y Alejandra me ha cogido la mano, ¿qué más puedo pedir? Nuestros cuerpos están cansados; es el cansancio del personaje que también nos toca a nosotros, que ella hizo que nos tocara a nosotros. No queremos oír los murmullos de los que sólo buscan robar un poco de la “fama” de otros, no queremos el frío de los mercenarios. Yo sólo quiero verla otra vez, sus ojos, su voz y su risa, sus manos blancas y suaves, fuertes y seguras; decirle en silencio gracias, gracias por hacer lo que hace, por ser quien es, por cantar con tanto amor “usted abusó, sacó partido de mí, abusó...”...
2 comentarios:
yo salí temblando, es una obra muy bonita...
¡Ah!, que rico ver esta obra...Gracias por la re-creación narrativa, que me deja antojado.
Un abrazo,
Armando.
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