




Ella sueña con ser una bailarina de butoh, pero a él nunca le agrada mucho la idea… Ella y lo que sueña quedan guardados en una caja con fotografías, en su kimono para estar en la cocina, en su libro como habitante de su mesa de noche, con el monte Fuji en la portada… Ella no avisa, pero se va; él no entiende, él ahora quiere cumplir los sueños de ella, quiere demostrarle ahora, sí, ahora, que estaba con ella, que su vida era ella. Él, ahora, viaja a Tokio, ahora se viste con las ropas de ella para que vea, para que sienta la ciudad a través de su cuerpo que ya no la puede sentir, de sus ojos que ya no la pueden ver; ahora, camina por la enorme ciudad; su hijo no entiende, su hijo le dice a los hermanos que es un desconocido… Él se va a buscar el monte Fuji, él baila la danza para encontrar a sus muertos, baila la danza de la reconciliación y el encuentro… Ella, la otra, danza ahora con dos teléfonos, dos líneas que la comunican con lo que la vida le ha dado y le ha quitado para acercarla más al baile de las sombras…
De Berlín a Tokio, de padres a hijos y de hijos a padres… ¿Dónde están los lazos que nos unen a ellos?, ¿dónde estamos cuando no somos hijos ni padres? Esta no es una película de nuevos comienzos, tampoco es una película de arrepentimientos. El ciclo se cierra y otra vida –no ya la de ellos– es la que ahora comienza…
1 comentario:
todo ser humano tiene que ver esta película...
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