Bella, bella. Salir de la sala de
cine y sentir que has tenido una experiencia estética, que el mundo es más
bello y que te sientes mejor con él, porque has visto esta película.
De Veracruz al Distrito Federal,
de poniente a oriente, de norte a sur, al centro. Los “citámbulos” deciden
salir de su guarida y recorrer la ciudad para encontrar al cantante que habría
podido cambiar la historia del rock nacional: Epigmenio Cruz.
Nada más normal que sufrir
ataques de pánico porque la U. está cerrada, porque no puedes terminar la
tesis, porque la “chava” que te gusta sale con otro; nada más normal que
estudiar Letras y ser “güera” y que te traten de “fresa”, creer en la huelga,
creer en el derecho a la educación pública, pintarte los labios y los ojos y
hablar de cine con los más hipster de la fiesta; nada más normal que hablar con
los animales y con las plantas, y estar triste porque no puedes cuidarlas,
observarlas, porque las ves morirse detrás de una reja a la que antes llamabas “mi
tesis”; nada más normal que arrojar globos llenos de agua a los transeúntes, escuchar
todo el día el mismo viejo casete en la misma vieja casetera; nada más normal
que extrañar a tu padre y hablar con él a través de la música.
Nada más normal que perderse en
el D.F., que caer en las manos de “chavos” que solo quieren una cerveza y un
amigo, pero que matarían si no se las das; nada más normal que ver al tigre
enjaulado en el zoológico y recordar a Rilke; nada más normal que contarle a la niña el cuento del dinosaurio que nunca se va; nada más normal que seducir a los
lobos marinos con tenues movimientos; nada más normal que ir al hospital y ver
a la mujer que llora cuando escucha que alguien desconocido va a morirse, al
médico que debe salvarle la vida a quien días antes lo amenazó con un arma en
la sien; nada más normal que ir a la pulquería y escuchar a Juan Gabriel,
mientras caminas para verle la cara al hombre que cambió su fama por una mujer;
nada más normal que recorrer la ciudad universitaria que no se acaba; nada más
normal que unirse a la marcha, dejar los labios que has besado hace dos
minutos, sin mirar atrás; nada más normal que quedarse varado en el centro y
escuchar las historias de los sobrevivientes; nada más normal que caiga un
ladrillo encima del “coche” y que solo así encuentres lo que no andabas
buscando; nada más normal que una fotografía en blanco y negro que quedará en
tu cámara para guardar el amor de los hermanos, de los hombres y de las
mujeres, y el amor por las enormes ciudades.
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