martes, 25 de diciembre de 2007

Escenas de sofá

Es un domingo de marzo de 1998 y estoy leyendo el Magazín Dominical. Tal vez ese día empezó todo, con los tres poemas de Pilar Vargas Álvarez que leí en esa edición y de quien no he vuelto a encontrar nada; se me acaba de ocurrir que podría buscar en Google... Versos que aprendí de memoria, versos que repito mental y oralmente cuando sobreviene una misma sensación: “Ese bello rostro de caoba ya estuvo sobre el mío, / conozco su mueca de placer / adornada de fiereza y con turbante. / Quizá cuando el beduino me posea / pierda yo la vida como antes.”. Quizá por eso la atracción por el sol, quizá por eso ayer en la somnolencia de la tarde apoyé mi cabeza sobre la almohada y mientras dormitaba sentía el sol en mi rostro, quizá por eso las dunas, la ropa blanca... Quizá por eso ahora hable de un libro de Bowles que ha sido un grato descubrimiento, quizá por eso recuerde ahora una película encontrada al azar en la televisión una tarde que ya no recuerdo, en compañía que ya no recuerdo, quizá por eso el asombro al encontrar esas imágenes en Bowles... En la película había un paisaje de arena, de polvo, una mujer vestida de hombre del desierto en un cuarto donde la luz entraba por una persiana rudimentaria, las líneas de luz en el rostro de la mujer y un hombre de caoba desprendiendo una a una las prendas en las que estaba envuelto el cuerpo de la mujer... Recuerdo las rocas, la arena, alguien vestido de negro; no veo más a la mujer, ni al hombre... El cielo protector es una amenaza constante, una cortina deslumbrante tras de la cual acecha el abismo... Una historia de amor sin palabras de amor, sin besos ni caricias, una historia de amor entre dos bartlebys que huyen de la civilización occidental, de su guerra y su trivialidad absurda... ¿Cómo hablar de la trivialidad sin trivialidad?, ¿cómo no caer en el prosaísmo absoluto?, ¿cómo escribir sin sólo llenar páginas? Conozco a algunos que saben hacerlo y conozco a otros muchos que no. Conozco a algunos que elaboran lo absurdo de la cotidianidad, y conozco a otros que se quedan en lo prosaico de esa cotidianidad. Voy a quedarme un poco más en Bowles, voy a llenarme de polvo, voy a aferrarme a cada palabra de esa realidad, a su sentido pleno, voy a detenerme en cada hotel, voy a seguir unos pasos que no se resignan, unas piernas que se doblan de puro cansancio, pero no por docilidad, voy a seguir una rabia que no es efímera, una rabia arraigada fuera del perímetro de toda impotencia...