miércoles, 26 de noviembre de 2014

La sal de la tierra





“Todos tienen que conocer estas imágenes para que sepan lo terrible que es la especie humana”. S.S.

No sabía quién era Sebastiao Salgado hasta hoy; desconocía el trabajo de este fotógrafo brasilero hasta hoy y se ha quedado en mi memoria, gracias al documental sobre él realizado por Wim Wenders.

De profesión economista, Salgado descubre su vocación por la fotografía, gracias a una cámara que compra su esposa; con ese artefacto viaja a África y luego a Latinoamérica y descubre que lo que desea es retratar a la gente, poner de manifiesto lo profundo de su cultura y también toda la injusticia social: los alimentos que no llegan a los que más tienen hambre, la riqueza en manos de tan pocos, las guerras que generan migraciones, genocidios, pobreza y que sólo benefician económicamente a unos cuantos. Salgado ve, retrata, detalla, acompaña, siente, el exterminio del hombre por otros hombres, la explotación del hombre por otros hombres, la extenuación de la tierra por la mano del hombre. Entonces, Salgado cae enfermo del alma; una infección lo carcome por dentro: la desesperanza. Ya no quiere ver más, ya no desea mostrar más.

¿Qué hace un fotógrafo cuando ya no siente más deseos de mirar, de obturar, de capturar, de revelar?, ¿qué hace un ser humano cuando todo lo que ve a su alrededor es infertilidad? Sembrar y, en este caso, no un jardín sino una selva, volver a nutrir la tierra erosionada hasta que de ella vuelva a brotar vida. ¿Y después de eso? Tornar su mirada hacia los orígenes, “escribir con la luz” una “carta de amor para el planeta”, por la posibilidad de que esa mitad que hemos destruido pueda volver a nutrirse y a regalarnos, de nuevo, la vida.

¿Cómo contar la vida de un fotógrafo? Fácil: a través de sus fotografías, a través de cada aprendizaje con ellas. Me emociono y desfallezco ante cada imagen, ante cada palabra. ¿Quién más podrá dejar un próspero trabajo para dedicar su vida a una vocación?, ¿quién con sus manos ayudará a reforestar una selva entera? Hay esperanza para un planeta en el que aún siguen existiendo seres que se atreven a seguir una vocación o, por lo menos, una intuición; seres que se dedican a “repoblar” el planeta con árboles.


Hay una película que ya no veré, después de haber visto este documental: Interstellar; no puedo confiar en una película cuyo slogan es: “El fin de la tierra no será el fin de la raza humana” (tal vez soy muy exagerada)… Recuerdo versos de un poema muy conocido de Kavafis (un poema que viene a mí cada vez que me dan ganas de quejarme de “mi” ciudad o de “mi” país): “No hallarás otra tierra ni otro mar […] / La vida que aquí perdiste / la has destruido en toda la tierra”, en todo el universo. No confío en la soberbia de ese slogan, no confío en una “raza” que piensa en “conquistar” otros planetas, pero no sabe cómo reconstruir lo que ha destruido. Esa misma destrucción la llevará donde quiera que vaya(mos), si antes no se detiene (nos detenemos, me detengo) a sembrar, a ver crecer…