viernes, 26 de febrero de 2010

Revista Galáctica


Gracias a este blog, gracias a la escritura, la revista Galáctica me ha invitado a participar de su publicación electrónica. Esta entrada es una invitación a la lectura de esta revista realizada conjuntamente por personas de Bogotá y de Pasto, y también un deseo de compartir mi lectura de dos libros que hacen parte de ese viaje a México que se sigue prolongando en mi memoria.
"Ensayar sobre los otros": un género próvido
Juan Villoro. De eso se trata. Ensayos literarios. Barcelona: Anagrama, 2008.

Pasó todo el 2009 y este libro del escritor mexicano Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) no llegó a las librerías bogotanas, ni siquiera figuraba en el stand de Anagrama en la Feria del Libro, llevada a cabo en agosto del ya año pasado. La reseñista dependía de un dadivoso gesto para acceder a este libro, y el gesto se hizo acto y el acto se hizo lectura y la lectura se hizo escritura...
En su obra El libro salvaje (Fondo de Cultura Económica, 2008), Villoro narra la historia de Juan, un niño que llega a la casa de su tío para cumplir una misión: lograr que un esquivo libro ofrezca sus grafías, permitir que el libro sea domado por un lector, convencerlo para que cuente su historia. Según la narración, los lectores no pueden acceder a todos los libros, sino que el libro elige a su lector; los libros actúan como seres vivos que saben quién puede vivir lo que guardan en sus páginas. Ciertos libros se nos niegan (no los conseguimos, nos dan sueño, no podemos concentrarnos, no los comprendemos, no nos queda tiempo para entregarnos a ellos) y entonces la explicación sería que no somos el lector de ese libro o que aún no es tiempo de llegar a él; así, los lectores se dividen en dos: los indignos y los merecedores. El primer ensayo de De eso se trata parte de una historia similar, de esta “superstición” –inocente y a la vez lúcida– de la lectura: pasó mucho tiempo antes de que Villoro encontrara la traducción de Hamlet que estaba buscando, la de Tomás Segovia (Editorial Norma). Villoro decide no buscar más el libro, aceptar que su lectura aún no es para él; tiempo después, mientras camina por la zona histórica de Cartagena, decide entrar en una librería y preguntar por el libro: allí está la traducción de Hamlet que por fin ha resuelto que ya es hora de presentarse ante este lector.

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Historia del presente: “la aspereza del desierto”
Sergio González Rodríguez. Huesos en el desierto (primera edición: Barcelona, 2002). México: Anagrama, 2006.

-De modo que cabe sospechar que existe
una Constitución no escrita cuyo primer
artículo rezaría: la seguridad del poder se
basa en la inseguridad de los ciudadanos.
-De todos los ciudadanos: incluidos los
que, al difundir la inseguridad, se creen
seguros… Y ahí está la estupidez de que
le hablaba.
-Así que estamos atrapados en una farsa…
LEONARDO SCIASCIA.

Hay crímenes que no han de olvidarse,
víctimas cuyo sufrimiento pide menos
venganza que narración. Sólo la voluntad
de no olvidar puede hacer que estos
crímenes no vuelvan nunca más.
PAUL RICOEUR.
(Epígrafes de Huesos en el desierto).

Escuché hablar de este libro por primera vez cuando fui a una conferencia de Carlos Monsiváis en el Centro Cultural García Márquez en el 2008. Monsiváis se refería al libro de Sergio González (Ciudad de México, 1950) como el mejor reportaje que había leído. Luego vino Bolaño y, sobre todo, 2666, gracias a dos personas a quienes les debo el encuentro con este escritor y con esta novela. Después, un viaje y el hallazgo casual –claro, no del todo– de este libro…
Para alguien como yo, a quien le encanta el desierto, para quien su imagen es análoga a sensaciones que no siempre se pueden poner en palabras, pero que están asociadas a una dulce nostalgia, a un sentido de la inmensidad vacía que siempre hace falta a quienes vivimos en ciudades como Bogotá, a sensualidad camuflada y por eso más sensual aún, el libro de González resulta inquietante. Imágenes del desierto de González: “Inermidad”, “geografía que devora”, “aspereza”, “barbarie”, “silencio” (no tranquilizador, sino impune), “huesos dispersos en la noche”…

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viernes, 12 de febrero de 2010

Los abrazos rotos:


Amor, mujeres, hombres, amor, melodrama, música, España, paisajes, amor, pasión, cine, vida, amor… Hay amores que definen nuestras vidas, amores definitivos, amores que muestran un destino, el único que parece posible en un momento, en un instante vital… Curiosamente no recuerdo bien la trama de las comedias de Almodóvar, pero recuerdo las de todos sus dramas, las de todos los amores que han pasado por su escritura y por sus ojos: por un tiempo fui la escritora, la amante eterna, la que espera eternamente al hombre incapaz de dejar a su mujer, por otro fui la actriz porno enamorada de su secuestrador, de su vehemente fan, por otro fui la presentadora enamorada de un hombre que no la quiere, que no la querrá nunca, después fui la monja enamorada de un travesti y también la actriz de teatro que buscaba su salvación en otra mujer, fui también la bailarina que vuelve a ocupar su silla como en espera de la siguiente oportunidad, fui un director de cine que abre la puerta de los recuerdos, fui la madre que cubre el asesinato de su hija, y soy la mujer que quiere ser actriz, que ama el cine y que ama a un hombre… Soy “una chica Almodóvar”…

Me asusto, me emociono, grito y me tapo la boca, lloro con las imágenes. La música es suave, a veces muy sensual y a veces melodramática (como ciertos amores que quieren una huella indeleble); las imágenes perduran en la memoria porque tienen la sutileza de los gestos ciertos. Levemente, despacio, como una caricia, cada imagen va revelando lo más profundo de cada personaje, sus secretos y sus historias, el pasado que se niega a desaparecer sin que, al menos, por una vez, alguien lo enuncie… Hay una bolsa con imágenes fragmentadas, rotas, rompecabezas de un pasado demasiado vivo, fotografías que un hijo puede ayudar a reconstruir… Hay una historia de amor y una de desamor, hay un padre enfermo y una hija que intentará hacer lo posible por salvarlo; hay una madre que ve marchar a su hija con un hombre, con el poder de ese hombre, con el dinero de ese hombre; hay un niño que toma la mano de su padre, sin saber que es su padre; hay una mujer y su historia de amor de verano, su único verano; hay un hijo que agradece la muerte de su padre y la cámara que le dio para que grabara paso a paso la historia de amor de la mujer que amaba…

Esta película de Almodóvar es un homenaje al cine, es una historia de amor con el cine y, sobre todo, con las películas de los noventas hechas por este director español. Las mujeres, su maquillaje, sus vestidos, la escenografía, la decoración… Mujeres al borde de un ataque de nerviosChicas y maletas… Una Penélope Cruz tan bella como siempre, tan expresiva como siempre, los ojos que dicen tanto como los labios… Un hombre que cambia su nombre, que se cambia a sí mismo para seguir existiendo… Un abrazo, una fotografía, un beso, un accidente… Los paisajes de Lanzarote y una isla a la que querré ir toda la vida…