De Freud a Jung y Spielrein se encuentra lo que el ser
humano no puede explicar a través de la tradicional estructura triangular de la
psique o de la dicotomía insalvable entre el instinto de vida y el de muerte. David Cronenberg elige como protagonista de
su película a Jung y muestra no sólo la transformación de las ideas de este
científico sobre el psicoanálisis, sino también su transformación como
individuo. Podemos decir mil veces no y
la vida siempre distinta, siempre cambiante, nos demuestra que, tal vez, que
seguramente, sí. Jung se lleva a sí
mismo más allá de sí mismo y descubre que el no tiene demasiados matices, que
el amor tiene demasiados matices: puede ser los cimientos de una casa, el
perfume en el aire o aquello que nos descubre un aspecto desconocido y anhelado
de nosotros mismos.
Quienes rechazan la psicología no conocen a Jung; quienes
rechazan el psicoanálisis sin detenerse a pensar, creen que éste se resume en
Freud y su teoría sexual. Jung demostró
que el hombre es más que sexo, más que complejos cuyo fin último es explicarse
y regodearse en sí mismos; Spielrein demostró que la sexualidad no es sólo
anhelo de vida. Con Jung, se trata de la
renovación del ser humano, de una apuesta por no conformarse con la herida,
sino por llevar al individuo hacia la imagen que quiere de sí mismo, hacia sus
más altas posibilidades; con Spielrein, se trata de liberar al ser humano.
Resulta extraño ver escenas de masoquismo ambientadas en
espacios centroeuropeos de las primeras décadas del siglo XX, sin prendas de
cueros ni látigos, sino con corsés, faldas largas y pantalones de
tirantes. Resulta extraño oír las
conversaciones de dos hombres sobre sus sueños, sobre su vida íntima, con una
seriedad y atención que pocas veces le dan en la contemporaneidad, en la
cotidianidad. Resulta extraño ver a un
Freud preocupado por perder su autoridad sobre su discípulo y resulta admirable
la resolución de Jung cuando decide romper sus relaciones con su maestro. Arriesgar, decir no, decir adiós, cuando es
necesario, cuando la vida íntima, la vida creativa dependen de una acción de
valentía...
Sigo pensando que mienten quienes piensan que entre un
creador y su obra no hay mayor relación: el artista y el científico leen con
más atención su vida que cualquier otro (a menos que la compulsividad de su
mente los lleve a ser sordos frente a los signos) y esa lectura orienta sus
búsquedas, sus preguntas y los resultados.
Jung decía que las casualidades no existían; yo le creo. Tal vez porque sea más divertido estar atento
a los signos que presenta cada día y construir con ellos el relato de mi vida o
tal vez porque veo que de no ser por eso todo cae en el sinsentido de los
hechos transparentes.
Nunca una película fue más sincera en los diálogos creados,
más arriesgada en la verdad dicha por sus personajes. Ojalá en la vida real pudiéramos hablar así,
con la misma certidumbre de ser escuchados por otro, de ser entendidos por
otro.
Un cáncer carcomió a Freud y una bala fusiló la vida judía
de Spielrein; Jung veía el apocalipsis de las dos guerras mundiales en el sueño
de un mar de sangre que recorría a Europa...
Me acabo de enterar que hay otra película acerca de la
relación entre Spielrein y Jung: Almas al desnudo...