sábado, 11 de agosto de 2012

Chocó



Jhonny Hendrix Hinestroza escribe, dirige y produce esta película sobre una de las realidades de esta región colombiana.  Por momentos, cercana al documental, Chocó narra la historia de una mujer (Chocó, sinécdoque de muchas mujeres, de muchas regiones de Colombia y del “tercer mundo”), madre de dos hijos cuyo padre se ha ido con otra(s) mujer(es). Chocó vive ahora con Everlides, un hombre que se pasa los días entre la marimba y las tardes y noches de dominó y alcohol.  Chocó lleva a sus niños a la escuela del pueblo, recorre parte de la selva tropical para llegar a la mina de oro en donde trabaja; regresa al pueblo, recoge la ropa de los blancos para lavarla en el río, recoge a sus niños y los lleva a casa.

La película transcurre lentamente, noche-día-noche-día-noche pasan frente a los ojos del espectador con el ritmo de lo cotidiano, de lo que parece nunca transformarse.  Me resulta inevitable pensar en qué hubiera pasado conmigo de nacer allí; sí entre la selva, el río, el mar, la marimba, los tambores, el pescado, el patacón, la danza, pero también entre el aislamiento, la pobreza, el desempleo, el abandono, la usurpación, el robo, la expropiación, el saqueo de las riquezas naturales, las matanzas, el desplazamiento.  No pasa una semana sin que sueñe con ir a Bahía Solano o con volver a Capurganá, pero tampoco puedo pensarlo sin sentir un poco de cinismo en mi deseo: sí ir, pero regresar.

Los ojos de Chocó nunca sueñan con irse de allí –tampoco los de ningún otro personaje–, sólo regresan a un momento de su vida más feliz, donde sentía que todo el amor era posible para ella, toda la alegría le pertenecía a ella; sólo anhelan recibir lo justo por su trabajo, por su fidelidad, por su entrega vital a cada día.

Decirlo así, desde aquí, parece absurdo, pero es así: la vida allí se define porque sólo hay un “paisa” que vende las tortas que desea la hija de Chocó, porque la despiden del trabajo cuando lo ha hecho mejor que todas las demás, porque el hombre que duerme a su lado le quita lo poco que le queda, porque su cuerpo es sólo un cuerpo cuando se trata de tener una pequeña revancha, una pequeña ventaja...

Esta no es la visión de un director que ha decidido hacer una película sobre el Chocó desde la distancia del visitante, sino el punto de vista de quien ha vivido allí casi toda su vida.