jueves, 9 de febrero de 2012

La piel que habito:

Basada en otra novela (Mygale), La piel que habito es la historia de la obsesión de un hombre por recuperar a la mujer que ama. Se puede cambiar la piel, pero no lo que hay dentro, se puede transformar la apariencia, pero no la fuerza que hace moverla... En tiempos de cirugías plásticas y estéticas para modificar casi todo lo que hay en nuestros cuerpos, Almodóvar pone a prueba los límites de la ciencia, de la biología, de la antropología y de la psicología, y los mismos límites del amor y de nuestra sexualidad.


Nada más afín a la estética de Almodóvar que esta historia, nada más cercano que una historia con personajes fieles a sus pasiones, a sus sentimientos –y tantas veces “traicionados” por ellos mismos–, nada más familiar que una historia donde lo no convencional se vuelve cotidiano.


Lo que más admiro-envidio de este director de cine es su libertad para hacer lo que su imaginación le permita, es su posibilidad de que sus obsesiones, sus gustos y sueños tomen la forma de una película, se materialicen en voces y cuerpos, en palabras y gestos. De la oscuridad y frialdad de los ochentas, pasando por los colores brillantes de los noventas, llegamos a la luz intensa del siglo XXI; de los encuadres planos y la edición televisiva, llegamos a un director que cuida cada detalle de la imagen que vemos, que se demora en las imágenes y vuelve estético lo banal (un quirófano, por ejemplo).


En las películas de Almodóvar, por lo general, aún en lo más oscuro titila una posibilidad de que la luz atraviese el espacio; la belleza de sus últimas dos décadas de cine reside en el tremendo contraste de las fuerzas representadas y en cómo, poco a poco, la luz supera los espacios cerrados, la monotonía y la oscuridad. Hablo de contrastes, pero como bien lo sabemos, éstos suelen rozarse todo el tiempo y Almodóvar lo hace evidente.


Como Almodóvar, creo que el arte salva, como el y la protagonistas de esta historia, creo que el arte salva y también la seguridad de que somos dueños de nuestros cuerpos, de lo que decidamos hacer con ellos.


Recuerdo la voz de Concha Buika y la música de Iglesias, recuerdo las imágenes de Louise Bourgeois, recuerdo el cuerpo de Elena Anaya, recuerdo el grito de Norma y los gemidos de placer de decenas de adolescentes en el jardín oscuro de una casa...

miércoles, 8 de febrero de 2012

The help (Historias cruzadas):







Basada en la novela Criadas y señoras (The help), la película cuenta la historia de muchas mujeres en el Misisipi de los años sesentas. Blancos y negros separados por los prejuicios raciales y una editora que aprovecha el movimiento creado por Martin Luther King para poner a circular un libro que devela las historias de las "señoras" blancas y las mujeres negras, contadas por esas criadas negras. La escritora “fantasma” es Skeeter, una mujer que ha sido la única de sus amigas blancas en aún no casarse y en ir a la universidad y “ganarse la vida” trabajando fuera de su casa, fuera de los vestidos floreados color pastel, fuera de las veladas de bridge con limonada, fuera de los niños para mostrar a las “amigas”, fuera de las campañas de beneficencia y otras tantas intríngulis de apariencias.



Cercana a La sonrisa de la Mona Lisa por su crítica a la sociedad norteamericana de mediados del siglo XX y, sobre todo, a la educación de las mujeres, “criadas” para ser buenas esposas y buenas madres, The help parece tan vigente hoy como lo pudo haber sido si el libro se hubiera publicado en los sesentas… Sentada en la sala de cine, veo a muchas señoras cuyas criadas las debían estar esperando en sus casas junto a los niños que cuidan/crían todos los días, sólo para poder marcharse a sus propias casas a cuidar de sus propios hijos… Veo a muchas señoras que se ríen nerviosamente con las escenas que ven en la pantalla y pienso que tal vez recuerden a la muchacha con rasgos indígenas que han contratado para los oficios de la casa, a la señora humilde que llega cada mañana a hacerse cargo de la casa, a la muchacha negra que cocina tan bien, quienes, tal vez, deben comer en la cocina y tener restricciones en el uso de algunos elementos de la casa…



Sentada en la sala, pienso en Skeeter y en su anhelo de trabajar como escritora, en su necesidad de realizar un acto valiente, en su principio de pensar todos los días en si va a creerle o no a las palabras de los imbéciles que la rodean. Skeeter decide que no lo hará, que no les creerá y escribe cada día y cada noche, escribe sobre cómo no llorar mientras se pica una cebolla, escribe y aprende a escribir, escribe y aprende a escuchar a las personas que tienen una historia que contar.
“You is kind, you is smart, you is important”…