viernes, 10 de junio de 2011

Blue Valentine:



Sí es una historia de amor, aunque aquí no haya happy end. Primeros planos y PPP para contar una historia con una cámara que sigue a sus dos personajes, sobre todo, a ella, a Cindy, la que toma decisiones, la que puede dejar, empezar y terminar cuando cree que ya es suficiente. Diálogos escuetos, poco maquillaje, silencios y una música que no es de fondo…


Dos personajes y dos momentos de sus vidas separados por apenas cinco años de diferencia. ¿Cuánto puede durar el amor?, ¿cómo nos damos cuenta de que la decisión que tomamos ya no funciona?, ¿cómo llegamos a aceptar que ya no funciona? El amor y el matrimonio no son para siempre, pero los hijos sí; padres ausentes que no eligieron estar lejos, la paternidad tan difusa y la maternidad que siempre parece incuestionable; la terca obsesión de no repetir la historia de nuestros padres, la terca búsqueda de estar enamorados…


Ella amó; él, Dean, todavía ama. Él decidió estar ahí cuando ella más lo necesitó; ella lo eligió y creció. Él siguió siendo el mismo; ella cambió. Él sólo quiere pintar paredes, cargar muebles, para regresar temprano a casa, para verla a ella, para besarla, para oler su cuerpo, para jugar con Frank, para decirle que la ama con locura, para tocar su guitarra… Ella quiere poner orden en la casa, bañarse, cerrar sus brazos, cerrar su cuerpo, irse a la cama, salir temprano para ponerse sus zapatos blancos, su uniforme claro, para creer que lo hace bien, que puede hacerlo, que es más que su cuerpo…


Los cuerpos se juntan cuando es invierno, se juntan para calmar el frío. Luego, a veces, las cobijas estorban y, a veces, también el cuerpo del otro…

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