jueves, 12 de febrero de 2015

(Ella que vuelve cuando uno menos (más) lo espera)...


Nunca pensé que podría parecerme bello un paisaje de invierno
inconcebible quedarse en casa un día entero
inconcebible no salir al sol
o a ver tan siquiera el gris del cielo.
Tanto asombro en mis ojos
que necesito para el regreso
para caminar sin miedo
para hacerlo con los ojos abiertos.

Las boinas y el olor a tabaco en cada calle
el placer solitario del cine
la plantita que alguien dejó en mi ventana
solo para hallar un lugar mejor donde morir
Pepe que me mira llorar a veces
cuando la voz de Antipaula no se calla.
Justo cuando apenas empezaba a llenarme
de esta sensación de cercanía
justo cuando las calles y la gente
se empezaban a convertir en algo familiar.
¿Cuánto tiempo me cuesta no sentirme de más?
¿Cuánto tiempo me cuesta sentir este mundo
como si fuera mi casa?

Sé que algo murió
algo que termina con este ciclo de 35 años:
cierta ingenuidad aparente
cierta honestidad aprendida.
Me parece que algo más, de nuevo, está buscando forma en mis días:
no más juegos cuya única carta es un as de bastos.

La maravillosa generosidad de los extraños
la tranquilizadora indiferencia de los que nada preguntan.
Viajar, en fin, siempre me ha hecho otra
esta no ha sido ni será una excepción.
Sueños de niña y adolescente que se cumplen:
un castillo, un hammam, la nieve cayendo sobre mi abrigo, los tacones que sí me puse
los clichés que sí quiero contar con los dedos de mis manos:
el vino, las setas y las alcachofas.

¿Algún día abandonaré mi vampirismo amoroso?
¿Algún día dejaré de poner el pie en el estribo, en la escalera
de caminar por el pasillo, de buscar mi asiento, de mirar por la ventana
de perderme en el mar, en el horizonte, en el cielo?
¿Me estará esperando alguien siempre al final de cada viaje?
¿Sigue habiendo algún error envidioso de mi vida vuelta literatura?

En el punto exacto de la mayor indulgencia conmigo misma
y de la más mínima ingenuidad
en el no ser ya nada y al mismo tiempo ser un dios
en este no ser nada especial y al mismo tiempo
saber que el mundo se abstiene de negarme algo.
Allí quiero estar. Allí estoy. 

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