No, no es un divertimento, como dice
Fresán; tampoco es un thriller, aunque Fresán lo llame “existencial”. No importa, es lo de menos, y mi lectura
tampoco es definitiva; además, me gustó mucho –como siempre– la forma como Fresán
escribió la presentación de esta nueva novela de Juan Villoro. Arrecife resulta ser una crítica muy fuerte
al sistema de tráfico de drogas entre Estados Unidos y México y una
continuación de uno de los temas insistentes de Villoro en sus ensayos y obras
literarias: la crítica al ideologema de Latinoamérica como parque temático.
Un ex drogadicto (que ha perdido casi
todos sus recuerdos y a la mujer que amaba y que lo amaba) se recupera en un
hotel ubicado en una de las costas de México, gracias a la ayuda de un amigo con
quien, años atrás, tuvo una banda de rock: Los Extraditables (sí, Villoro hace
explícita la referencia a la historia más reciente de Colombia). El protagonista se dedica a hacer la música
que armoniza la atmósfera de descanso y tranquilidad que el gerente busca
darles a los turistas extranjeros.
“Gringos” y europeos buscan experiencias
extremas en un país tropical, buscan simulaciones de secuestros, de ataques
guerrilleros; el hotel provee los actores y los guiones, y los huéspedes
obtienen lo que buscan. Los
descendientes de los mayas que trabajan en el hotel creen que sus antepasados
provenían de los extraterrestres y ahora nada tienen que ver con ellos, así que
ahora se resignan a limpiar la mugre de los turistas a cambio de tener algo que
comer, algo con qué pagar las cuentas.
El hotel, como tantos otros lugares de Latinoamérica, le brinda a los
turistas extranjeros la mejor versión de lo que ellos ayudaron a destruir en otros lugares o a
construir como vacío vital: “Conocía las fantasías de los civilizados: después
de siglos de arrojar carbón, pedían a los países pobres que conservaran playas
vírgenes para que ellos pudieran vacacionar” (61), “el tercer mundo existe para
salvar del aburrimiento a los europeos” (63).
Hay un cadáver, hay un seguro por
cobrar, hay cuentas por saldar con los narcotraficantes, hay un amigo que está
a punto de morir y un arrecife humano que aún no es destruido por el falso
“turismo ecológico”. Sin embargo, debo
confesar que ese “arrecife” construido por Villoro para “resolver” el conflicto
novelesco me resulta, por muchos momentos, una salida “facilista”, si se tiene
en cuenta la caracterización del personaje.
No es inverosímil cambiar la vida de un día para otro, no es inverosímil
que alguien nos guste “demasiado pronto”, no lo es tampoco sentirse cercano a
un niño que apenas se ha visto; no es inverosímil, pero sí facilista para la
trama, aunque quizá lo menos fácil que tenga que hacer un hombre a quien le
faltan recuerdos sea despertarse al lado de quienes no quieren recordar o les
resulte ajeno hacerlo, y comenzar el futuro pasado
juntos.
Si esto es lo que buscan los turistas
europeos en Latinoamérica, me pregunto qué es lo que esperan encontrar los
turistas latinoamericanos en Europa…
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