sábado, 9 de junio de 2007

“Chantaje” cinematográfico


Vuelvo a decirlo: no confío en Mario Mendoza como escritor, pero esperaba una mejor película sobre su libro Satanás; a veces los malos libros producen buenas películas, pero es muy difícil que un buen libro sea superado por su versión fílmica. Perder es cuestión de método se acerca a Satanás porque su adaptación al cine también deja mucho que desear, pero esto no sucede con Rosario Tijeras, cuya adaptación cinematográfica supera al libro de Franco –lo que deja mucho que decir sobre Franco. No confío en Mendoza, pero tampoco en Franco, ni mucho menos en Gamboa; los libros de este “trío maravilla” de la literatura colombiana me dejan con un sinsabor en la lengua y un espasmo muscular en el cerebro, me encandilan sus destellos fotográficos, su postura farandulera, su papel de escritores reconocidos, exitosos, famosos, me agotan sus libros que no son capaces de elaborar mínimamente ese “borroso punto de partida” que llamamos realidad...
Mi mesita de noche no pretende descrestar a nadie con comentarios inteligentes, tampoco pretende ocultar mis sentimientos, ni ocultarme de mí misma, pero sí pretende dar cuenta de aquello que por momentos largos o efímeros mueve mi pensamiento. Villoro tiene un artículo titulado “La academia de la inhibición” que me encanta; aparece en Los once de la tribu y por momentos –que cada vez son más- se convierte en un libro metafísico, en una lectura morbosa y adolescente que me hace pensar en la blogósfera y en todos los blogostetas que ocupamos un lugar sin espacio en ella. Escribo a pesar de mi “academia de la inhibición”, escribo porque "Satanás" me lo permite, porque aún me ofenden sus imágenes pueriles y truculentas, su abuso de la emoción fácil, de nuestras desgracias, de lo que llamamos: nuestra "violencia". Es cierto que la industria cinematográfica colombiana ha mejorado; técnicamente las películas han avanzado, ya se ve un oficio y lo que uno podría denominar un lenguaje cinematográfico y no una transposición del lenguaje televisivo al cine, como fue el caso de la ciegamente vanagloriada “Soñar no cuesta nada”, con sus íconos televisivos –y además impuestos por RCN-, su facilismo axiológico, maniqueísta, sus personajes estereotipados, su planos de telenovela... Recuerdo que por la época que se estrenó, también apareció “El Colombian dream” y en la sala en la que estábamos sólo había seis personas alrededor... Ayer me alegré de escuchar un diálogo en el bus entre una pareja; él le decía a ella que "Satanás" era muy mala, que no fuera a verla, que mejor la compraran pirata para no ir a regalarle el dinero a Cine Colombia –la empresa que acabó con el cine nacional por allá en las primeras décadas del siglo XX-; yo estoy de acuerdo, yo cometí esa equivocación y, como diría una amiga, a la próxima asistiré más guiada por mi olfato. Una sabia maestra en alguna ocasión hacía el comentario de que Mendoza estaba anquilosado en una visión premoderna del mundo en la que el diablo aún controlaba nuestras acciones y el mundo era dirigido por fuerzas malignas; ignoro si el problema de los dioses está resuelto en esta época de nuevos oscurantismos a la que llaman Postmodernidad, pero sí sé que el ser humano es mucho más que una disyunción, un terreno en disputa entre el mal y el bien... Lo que sí sé es que el estómago se revuelve al recordar las escenas torpes de las muertes de la mamá de Eliseo (AKA Campo Elías), la madre de su alumna y su alumna misma, su vecina, y la escena doblemente torpe de la masacre en un restaurante –aún no entiendo por qué no aprovechó también la escena sexual entre dos mujeres narrada por Mendoza en su libro; le habría encantado al público. Del libro no se salva nada -aunque había poco que rescatar-: ni su manejo del ritmo narrativo, ni su estructura; el señor director de “Satanás” se refocila en la imagen de una mujer desnuda orinando sobre la Biblia y pasando sus hojas sobre su pubis mojado, mientras lee un pasaje sobre el demonio. Si un espectador busca el amarillismo de nuestra degradación humana, de nuestro nihilismo social, vea “Satanás”, si prefiere el “chantaje” emocional –como lo denominó alguien que sabe escuchar-, acuda a las salas de cine y, por favor, aplauda al final. Yo tal vez lea algún día El extraño caso del doctor Jeckyll y mister Hide para pensar en algo más que en una responsabilidad que siempre se relega al mal, al bien, al diablo, a dios, al Estado, al novio, al amigo, a la universidad, al destino; luego, una vez más, trataré -tal vez- de regresar a mi “academia de la inhibición”...
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Photo by Gonzzo.