sábado, 12 de septiembre de 2009

Nueve reinas

Dirigida por Fabián Bielinsky y presentada en el 2000, Nueves reinas era para mí un mito, era “la mejor película argentina de los últimos años”. Nueve años después y tras meses rastreándola (no sé si se pueda bajar por Internet; nunca lo intenté) por el mercado pirata de esta ciudad (dicen ellos, los piratas, que el de Perú es mucho mejor) por fin puedo hablar de Nueve reinas. Una película de ladrones sin policías ni disparos ni sangre, una película de ladrones bien vestidos (con modestia) que la mayoría de las veces pasarían más por magos; sería mejor, entonces, no hablar de ladrones, sino de estafadores, porque una gran estafa es lo que narra esta película.

Las verdades se vuelven mentiras y las estafas se vuelven verdades, lo falso resulta cierto y tener “cara de bueno” sigue ayudando mucho.

Hay ladrones que roban y continúan su carrera (orejas que sangran, mujeres que gritan, hombros que duelen), hay ladrones que roban y se pierden en su moto, en su carro, hay ladrones que abren carros, hay ladrones que deslizan su mano dentro de un bolsillo, dentro de un bolso, hay ladrones que usan trucos, que los pasan de generación en generación, ladrones que engañan, ladrones que necesitan que alguien crea en sus mentiras, en sus ilusiones; ninguno saca un cuchillo o una pistola o una sarta de ofensas y humillaciones para intimidar a su víctima. Los ladrones, los estafadores de Nueve reinas usan su ingenio, su astucia para conseguir lo que quieren que les den, lo que necesitan que les sea entregado: dinero.

Los bancos, como pirámides con corbatas costosas, también se derrumban, también vuelven agua las ilusiones de los clientes; los dueños empacan sus cosas (también sus billetes) y se van del país, ellos, los de la astucia blanca, casi transparente, los respaldados por las leyes… El “laburo” y la “guita” en una Argentina de principios de este siglo, en medio del “corralito”, bordeando el “cacerolazo”…

Hay una herencia robada, decenas de deudas no saldadas, expropiación. Hay una mujer que necesita una verdad y fabrica una enorme mentira para conseguirla, hay un hombre y el fantasma de su padre en la cárcel diciéndole que no, que él no es capaz… El vivo no siempre vive del bobo, el bobo a veces sólo quiere mantener su “bajo perfil”...

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