domingo, 31 de marzo de 2013

Anna Karenina:




Sé que algún día leeré la novela y podré entender mejor qué tanto Joe Wright (el director) quiso alejarse o acercarse a la visión de Tolstoi sobre su sociedad. Ya se ha hablado acerca de los pros y los contras de haber escogido un teatro (en las escenas correspondientes a la vida de la aristocracia rusa) para echar a rodar la película; yo quiero hablar de la visión del amor-sociedad que hay en ella.

¿Por qué no es un amor verdadero el que nace entre una mujer casada y su “amante”?, ¿porque es una mujer de la aristocracia de San Petersburgo antes de la caída de los zares?; ¿por qué sí es un verdadero amor el que nace entre un “campesino” y una princesa que decide dejar el teatro de la vida aristocrática en Moscú para casarse y vivir en el campo?, ¿será esta la visión de Tolstoi o, mejor, la visión de Stoppard (el guionista) y Wright sobre Tolstoi?

La cuñada de Anna le dice que admira su determinación, su “valentía”, que, de haber tenido ella también una oportunidad (un hombre que se lo propusiera) y el valor, también le habría sido infiel a su marido… ¿La infidelidad es la respuesta de las mujeres aristócratas insatisfechas frente a un matrimonio que es sólo apariencia, un arreglo para quedar “bien” frente a la “gran” sociedad?

A Anna la corroe la culpa de haber quebrado una regla (no una ley) y su acción pasa de ser valiente a temeraria; de ahí a perder la cabeza o la esperanza hay sólo un paso… Aunque existía el divorcio, la mujer quedaba “deshonrada” para siempre y no podía volverse a casar legalmente. 

¿Por qué Wright escoge hacer una adaptación de Anna Karenina? ¿Por el éxito de Orgullo y prejuicio? ¿Qué hay de vigente en Anna Karenina? ¿Qué nos puede decir hoy? Definitivamente, no puede decirnos ya que escojamos el campo y que vayamos a sembrar la tierra y a recoger sus frutos, que tengamos hijos y que lavemos los pies a los enfermos y desheredados del mundo… Utópicamente, lo podremos pensar, lo podremos decir, pero sé que la realidad del campo no es el ideal pintado por Wright –¿por Tolstoi?– y que tampoco el amor “urbano” es el infierno mostrado por él: mujeres y hombres insatisfechos que buscan en la infidelidad el escape de la rutina y de la convención social, de la estrechez de la reglas de la “alta sociedad” o que se resignan a cumplir su papel normativo porque no se atreven a hacer otra cosa, porque no saben cómo hacerla (la “perfección” de éstos, no hace más que enfatizar la inadecuación de los otros).

Mejor sería preguntarnos quién no ha pensado en ser “infiel” alguna vez, quién no se ha sentido insatisfecho alguna vez, quién no se ha puesto a pensar qué habría pasado de no haber tomado la decisión de estar con alguien, quién lo esperaba en la próxima esquina, en el próximo viaje, en el próximo bar, en la próxima fila del banco… Todos tenemos algo de Anna Karenina, de su ansia de libertad, de lo nuevo, de algo intenso; a todos nos seduce esa parte infantil del amor. No sé si eso signifique que el amor “maduro” sea mejor o peor, pero en la película sí resulta clara la respuesta. En tiempos de amores “líquidos” y de Casanovas masculinos y femeninos, Stoppard y Wright traen esta visión sobre Tolstoi más o menos anacrónica, más o menos utópica.

1 comentario:

Rocio dijo...

Me interesa encontrar distintas películas o novelas para engancharme. Son muchas las veces que paso en mi casa leyendo, y por eso trato de pedir algo al delivery recoleta y mientras leo un buen libro