sábado, 5 de abril de 2008

ZOEZOEEZ

Canciones que escucho, de las que no sé el género ni el intérprete ni el país de donde provienen ni si lo que suena al fondo es un bajo de seis o cuatro cuerdas...
Canciones que a veces escucho sólo una vez y luego se quedan resonando en la cabeza por muchos días, por mucho tiempo, en mi pista de baile imaginaria...

Pulsiono el botón inexistente y mi recuerdo de los sonidos aparece.
La música no apaga mis pensamientos, la música me deja mirar, ver mejor los rostros tristes, cansados que me rodean. Un largo bostezo y el sol al otro lado de los cerros...

Voy viajando en la luz, entre asteroides, por la vía láctea, entre fotosíntesis lunares, entre cuerpos blancos, entre corazones atómicos, entre electricidad jaguaresca, entre cuartos sin gravedad, entre alas de cartón, espacios humanos, espacios polares, “llegar al sol, aunque me muera de calor”, conexiones entre universos que pocas veces se tocan, miel de un mundo que ya no conozco, prisma de mis ojos, huracanes en la punta del cielo, barcos de fuego, rutas del delfín, orillas del viento, planetas alados, rayos vagabundos...

Desde hace tiempo sólo Zoé, sólo la densidad de sus sonidos; a veces resonancias de danzas rotas, de presencias inexistentes, de remolinos perfectos, a veces sólo bautizo luminoso. Otros días piel que llora, navajas afiladas que ya no hacen daño, conjuro para que ya no hagan daño. Paz –aunque suene muy ingenuo–, efectos de la banda sonora de mis días, la curvatura de un sueño... “Acaricia mi alma, suaviza mi ser, esteriliza mi sangre y purifica mi amor”...

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