lunes, 5 de mayo de 2008

Cartografías literarias: Medellín



Llegamos a la terminal del norte; lo primero que vemos son las luces aún encendidas –o ya encendidas– en las laderas de las montañas: las comunas –nos decimos–, pero todo Medellín está conformado por ellas, como Bogotá por localidades, pero eso lo sabremos después...

En el 97, Medellín fue sólo un barrio: Buenos Aires, una casa pequeña y confortable en lo alto –en uno de los altos– de la ciudad, una palabra escuchada por primera vez: mezanine, un frutero con frutas secas, vacías por dentro, el metro y ver a mi mamá colgada de un bolso todo el tiempo. En el 2004, Medellín fueron las luces a lo largo de la Regional –ese nombre lo sé ahora–, los peces de colores luminosos sobre las aguas de un “río”, el cerro Nutibara –ese nombre también lo sé ahora– iluminada con luces casi de neón, largas, interminables filas de autos, mi papá, mi mamá y yo juntos, mi hermano lejos, “defendiendo” al país, metido dentro de una garita y con una muela a punto de estallar; Medellín y el bello espectáculo de sus luces, Medellín y el metro con música clásica al fondo –ahora sé que la ponen los fines de semana; también new age y mensajes de autosuperación–, Medellín y el recién inaugurado Metro Cable y un recuerdo: una pareja de esposos, vestidos mejor que nosotros, que hacían lo mismo que nosotros: pasear por encima de la “realidad”...

Llegamos a la estación Caribe y el río Medellín no es el Medellín, sino el Turbio, Sabaneta es la de la película, Envigado y el Poblado son los de Pablo –y este nombre lo escribo por primera vez en mi vida...–; “escoba nueva barre bien”, lo desconocido mejor que lo conocido... El metro a reventar y la contundencia de esas lógicas que nos devuelven a la tierra...

Gracias a la señora que nos indicó cómo llegar a Itagüí, gracias al señor que nos enseñó a comprar los “integrados”, gracias al taxista caleño por su parquedad, gracias a Marlon, a su cotidiana presencia con moto incluida, gracias al Sol Naciente por su mazamorra, sus arepas de maíz, maíz y sus chicharrones generosos, gracias a David por ofrecernos su casa, por ofrecernos el espacio para estar juntos... Sobreponemos esta Medellín a una que no conocimos, a una que mantiene sus lógicas e ilógicas diversas a quien quiera permanecer un poco más en ella; ofrecemos esta Medellín a nuestra singular manera de estar juntos...

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Fotos por Paula.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo recorrí un poco Medellín en el 2004. Recuerdo que al llegar me comí un desayuno paisa. Casi la misma bandeja paisa pero con calentao. Comí desayuno de arriero. Recuerdo que el centro de Medellín no ocurre en las primeras nomenclaturas de la ciudad. Que ocurre en la calle cuarenta, en la calle cincuenta que se yo. Recuerdo que casi no me dejan montar en el metro por tener síntomas de embriaguez. Recuerdo que los paisas me trataron muy bien. Recuerdo que estuve en la marcha del Orgullo gay de ese año y me sentí feliz marchando.. Recuerdo que la marcha coincidió con el primer año en que Nacional y Deportivo Independiente Medellín consecutivamente se disputarían la final de fútbol. Recuerdo que estuve de remate en Itaguí bailando, en una discoteca que se llamaba plumas. Recuerdo que estuve en el pueblito paisa y no quería que mi viaje terminara, recuerdo que el clima fue muy lindo conmigo. Recuerdo que ese 2004 yo tenía mi corazoncito bien roto, por un amor que se fue y Medellín me alivió un poco mis cargas para lo que pronto iba a llegar, para tener fuerzas para mis siguientes días malos.

Un abrazo,

Armando.

Ana María dijo...

Gracias por una sensación tan bonita, las luces siempre y las montañas...