martes, 19 de agosto de 2008

Bel ami: "mediocre habilis"

Cuando leo novelas del siglo XIX entiendo mejor cómo ha cambiado la imagen del hombre y su posibilidad de “triunfar” en el mundo. Al hombre de las novelas contemporáneas le es cada día más difícil triunfar; a "Bel ami" todavía no.

Hay un ensayo de Gabriel Zaid que leí hace un tiempo y al que vuelvo cada vez que siento la tentación del “trepador”. Zaid expone allí cómo la mediocridad pasó de ser una cualidad positiva a una negativa, y luego se convirtió en tabú: nadie quiere saber de la mediocridad, porque nadie desea que le digan mediocre. La “justa medida”, el “justo medio”, dejó de ser una aspiración, pues lo que se impuso fue la tentación de ser el mejor, de conseguir el éxito de cualquier manera.

Allí está "Bel ami": el ex oficial que desea ser reconocido por la alta sociedad parisina y que para lograrlo se valdrá de sus encantos físicos, de su eficacia seductora con las mujeres. La sociedad del mediocre como tabú ensalza al negligente, al incompetente, al diestro en las manías trepadoras, arribistas, al lagarto que sabe cómo moverse, cómo hablar y, sobre todo, a quién hablar, al que mide sus amistades por las invitaciones que pueda ofrecerle, por los beneficios que pueda ofrecerle. En la sociedad de los “exitosos” desaparece el silencio, la honestidad, y se imponen los eufemismos y el frac.

Maupassant me hizo indignar (y admirarme) ante este personaje tan común desde hace más de un siglo, cuando la apariencia pasó a tomar el lugar del aprendizaje, del sentirse bien nadando y no solamente llegando a la meta…

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