lunes, 6 de julio de 2009

Un "joven" escritor de cincuenta años:

Aquel día, a los 54 años de edad, me dije:
“La fama, que ya no logré, ya no la quiero”.
mejor quedarme quieto aquí, pensé,
en el centro del jardín,
atento a las mirlas y los azulejos
que llegan a comerse las flores de feijoa.
Atento y quieto aquí, entre los helechos
y acantos, a los colibríes que zumban en los sauces
y arbolocos. Atento al crecimiento del roble
que sembró Pablo al pie de la caseta.
Mirando los azahares del naranjo.
Alucinado con moderación, como los gatos,
y a cada instante, y siempre,
alejado por completo de mí y de mi nombre.

Y que el pasado se desprenda, entonces,
como las naranjas,
y como ellas se pudra en la tierra
y se destroce.
(“Contemplación de la amargura en Chía, 2004”.
Manglares, 2006).

Tomás González nace en 1950, en Medellín. Su trayectoria literaria comienza en 1983, cuando publica su primera novela (Primero estaba el mar. Los Papeles del Goce, 1983) en Bogotá, en una edición patrocinada por El Goce Pagano, un sitio ya tradicional en la ciudad, especializado en la rumba y en la música salsa; el lugar donde Tomás trabajaba por esa época, después de retirarse de la facultad de Filosofía de la Universidad Nacional. A esa novela le sigue otra: Para antes del olvido (1987), ganadora del quinto Premio de Novela Plaza y Janés; en 1995, la editorial de la Universidad Pontificia Bolivariana publica su libro de cuentos (El rey de Honka-Monka) y en 1997, su libro de poemas (Manglares); luego, viene el paso a una editorial reconocida en el campo literario nacional: Norma, que en el año 2000 decide empezar a publicar su obra. De Norma son las ediciones de las novelas La historia de Horacio (1997, 2000) y Los caballitos del diablo (2003), y la reedición de toda su obra (las últimas reediciones son del año 2006); actualmente, Tomás González prepara un libro de cuentos cortos y una novela (Regresa Abraham).

A partir de esta transición editorial, después de casi veinte años de la aparición de su primera novela, la obra y la figura de Tomás González comienzan a ser reconocidas en el campo literario colombiano. Epítetos como “joven escritor antioqueño” (Feria del Libro 2000), “escritor independiente” (revista Universidad de Antioquia 278, 2004), “escritor del silencio” (revista Arcadia 7, 2006), “escritor oculto” (revista Arcadia 7, 2006) o “el secreto mejor guardado de la literatura colombiana” (revista Arcadia 7, 2006) empiezan a aparecer en las revistas literarias y en los eventos de la Feria del Libro de Bogotá desde el año 2000. En Colombia, un escritor sólo se hace visible cuando una editorial de gran tiraje lo acoge y gracias a ello, su obra es conocida y leída; sin embargo, es recurrente que los críticos literarios y periodistas culturales señalen la falta de protagonismo de González como una de sus mayores cualidades (Piedepágina 8, 2006; El País (Cali), 21 de junio de 2008), como un “anonimato saludable” (Juan Diego Mejía en la revista digital www.rabodeají.com, 2001 ): “Contrario a lo que hoy sucede con otros escritores colombianos, [la obra de González] no está jalonada por una figura mediática” (Andrés Felipe Solano en la revista Arcadia 7, 2006). Ante estas circunstancias, Tomás González dice: “Entre más conozcan mis libros, mejor, sí, al ser escritor es importante darse a conocer” (“De pocas y buenas palabras”. Entrevista de Paulo González, 21 de octubre de 2008. En http://www.puntolatino.ch/literatura_entrevistas/lit_gonzalez_tomas08/); “como no vivo de eso [de la publicación de sus libros] la fama sí me interesa pero muy poco, entonces puedo siempre esperar lo que sea necesario y hasta más” (“La manigua bajo los postes de luz: entrevista con Tomás González”. Revista Piedepágina 8, 2006); “confieso que las entrevistas sí me aburren. Me parece que se vuelve un trabajo extra. Además, hay gente que hace preguntas que simplemente no tienen respuesta. Y ya bastante me cuesta seguir a un personaje desde que se levanta” (“El escritor oculto”. Revista Arcadia 7, 2006).

Tomás González se va de Colombia –con la esperanza de encontrar un lugar en donde pudiera escribir y trabajar al mismo tiempo– un mes antes de la publicación de Primero estaba el mar y vive alrededor de veinte de años en Estados Unidos (en Miami, Nueva Orleáns y Nueva York) con su esposa (también escritora) y su hijo. Vuelve al país en el año 2002 y se instala en Chía, lugar donde vive actualmente, en medio de sus plantas y sus animales, pero también, según un artículo del periódico El País de Cali (junio 21 de 2008), el lugar en donde acompaña a su esposa en medio de su enfermedad. El año 2008 fue un año que consolidó el reconocimiento de Tomás González en el campo literario colombiano: fue invitado al Hay Festival del año 2009 y la Embajada de Colombia en Alemania lo llevó a Berlín y a otras ciudades europeas a dar una serie de charlas y a hacer lecturas de su obra.

Por parte del escritor, es visible que las respuestas que da en sus entrevistas giran alrededor de un eje central: la relación entre su obra y la historia de su familia. Tomás González, sobrino del filósofo y también escritor Fernando González (de quien leyó su obra sólo a los treinta años porque no quería salir “marcado” con su figura), confiesa que todas las historias de sus libros están “inspiradas” en personajes familiares: sus hermanos, sus tíos. Primero estaba el mar narra la historia de la violenta muerte de su hermano Juan en Urabá, Para antes del olvido nace del encuentro de unos textos escritos por su tío Alfonso, su cuento “Verdor” nace de la “tragedia” que vivió un tío suyo después de la muerte de un hijo, La historia de Horacio es la historia de los últimos días de vida de su hipersensible tío Jorge y en Los caballitos del diablo describe la violenta muerte de su hermano Daniel en el Valle del Cauca.

Por eso digo hoy: ¡cuánto no querría yo
tener también mis dioses tutelares,
para sacrificarles de vez en cuando algún conejo,
encenderles hogueras de humo espeso,
ponerles frutas, ofrecerles flores!
Pero no los tengo.
Para mí sólo hay estas nubes,
estas palomas que acaban de pasar,
estas plantas intrincadas, esta abigarrada vaciedad,
este lugar del que no se pueden señalar los bordes,
este fresno florecido,
esta abundancia inenarrable mecida por el tiempo,
y que, por ser maravillosa sin interrupción
y sin descanso y para siempre,
es monocorde cuando no logro mantenerme atento.
(“LXIX”. Manglares, 2006).

2 comentarios:

Gabriel Umaña dijo...

El hecho de que no exista la presunción de superioridad que generalmente caracteriza a los que se dedican a escribir como proyecto de vida, habla muy bien de este autor.
Como siempre, es buena tu recomendación, la cual está acompañada por una buena investigación que finalmente invita a la lectura al conocimiento de sus letras.
Bien por tí y tu interés por aquello que no ha recibido aún la atención de los medios de un país que se pudre dentro de su propia ignorancia sobre sí mismo y el interior de sus gentes.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

No tenía ni idea de la historia tan interesante detrás del señor González. Lo he venido leyendo por pura casualidad, hojeando en una librería un par de párrafos de "los caballitos del diablo" me atraparon. Siempre me pregunté porque no era conocido.
Saludos.