jueves, 16 de septiembre de 2010

Cerezos en flor:





Es Berlín, son dos. Es Berlín, lejos de casa, lejos del pueblo donde ellos conocen a todos y todos los conocen a ellos, lejos de las pantuflas puestas en la entrada para quitarse los zapatos, para quitarse el mundo del afuera, apenas se cierra la puerta, como en Japón, como en Tokio, la ciudad de los sueños de ella. Es Berlín y parece que él va a morir y sólo ella lo sabe. Es Berlín y pasean por la ciudad, pero sus hijos están ocupados, pero para sus hijos son un estorbo, un imprevisto que no se quiere afrontar, algo que se supone ya había quedado atrás; en realidad, sólo se tienen el uno al otro. Padres e hijos son desconocidos, sólo adultos que alguna vez cruzaron sus vidas, pero que ahora no se reconocen. Uno de ellos se va a Tokio para huir de ella, para huir de los brazos tan protectores, tan cálidos, tan confortables de su madre, para hacerse independiente… La huida lo acerca a lo que ella es en lo más profundo de su ser, pero es una revelación que no acepta, que sólo puede seguir rechazando…

Ella sueña con ser una bailarina de butoh, pero a él nunca le agrada mucho la idea… Ella y lo que sueña quedan guardados en una caja con fotografías, en su kimono para estar en la cocina, en su libro como habitante de su mesa de noche, con el monte Fuji en la portada… Ella no avisa, pero se va; él no entiende, él ahora quiere cumplir los sueños de ella, quiere demostrarle ahora, sí, ahora, que estaba con ella, que su vida era ella. Él, ahora, viaja a Tokio, ahora se viste con las ropas de ella para que vea, para que sienta la ciudad a través de su cuerpo que ya no la puede sentir, de sus ojos que ya no la pueden ver; ahora, camina por la enorme ciudad; su hijo no entiende, su hijo le dice a los hermanos que es un desconocido… Él se va a buscar el monte Fuji, él baila la danza para encontrar a sus muertos, baila la danza de la reconciliación y el encuentro… Ella, la otra, danza ahora con dos teléfonos, dos líneas que la comunican con lo que la vida le ha dado y le ha quitado para acercarla más al baile de las sombras…

De Berlín a Tokio, de padres a hijos y de hijos a padres… ¿Dónde están los lazos que nos unen a ellos?, ¿dónde estamos cuando no somos hijos ni padres? Esta no es una película de nuevos comienzos, tampoco es una película de arrepentimientos. El ciclo se cierra y otra vida –no ya la de ellos– es la que ahora comienza…

1 comentario:

Anónimo dijo...

todo ser humano tiene que ver esta película...