lunes, 20 de diciembre de 2010

El corazón es un cazador solitario:



Desde que supe que existía un libro con este título quise leerlo, desde que leí La balada del café triste quise leer este libro, la primera novela de Carson McCullers. The heart is a lonely hunter (1940) o El corazón es un cazador solitario –que a mí me suena más bello– resuena ahora en mi interior…

Como siempre, es el Sur de Estados Unidos, como siempre, está terminando la primera mitad del siglo XX, como siempre, están los negros, los molinos, el sol, el calor y la melancolía, la soledad de sus personajes. McCullers publicó esta novela cuando tenía 23 años, pero parece la novela de alguien mucho mayor, parece la novela de alguien que ha vivido mucho, que ha comprendido mucho, que ha visto mucho, que ha aprendido con todo su cuerpo y con su alma cada minuto de su vida...

Como todas las lecturas que quedan en mí, se trata más de sensaciones y de imágenes, que de citas que ahora pueda transcribir aquí o de detalles de la trama que ahora pueda contar. Puedo decir: esta es la historia de un hombre sordo que se ha desacostumbrado al sonido de su voz y también se ha quedado mudo; es la historia de un hombre que ha perdido a su amigo, su único amigo –también sordo–, la única alma que él creía que lo comprendía. Su amigo está a kilómetros de él, metido en un sanatorio, mientras él lo extraña cada minuto, cada día, cada mes que pasa sin su compañía. Esta es la historia de una niña que empieza su adolescencia, una niña que empieza a quitarse sus pantalones cortos y sus camisas de hombre para ponerse vestidos, medias y tacones; esta es la historia de una niña que tiene la fortuna de tener una habitación interior llena de la música que quiere componer cuando tenga, por fin, un piano y un profesor. Esta es la historia de un hombre negro que sufre por los atropellos infringidos a la gente de su raza, un hombre médico cuya vida transcurre entre los enfermos, los pobres, los desvalidos; este hombre ama y odia profundamente, cuando el odio es la herramienta para defenderse de lo que no se puede cambiar, de lo que no se puede aceptar, de la impotencia, cuando el amor va de la mano de la compasión y del deseo de transformar el mundo en un ápice. Esta es la historia de un hombre rojo en tierra de blancos, un hombre que carga consigo la frustración y el rencor, un hombre que sufre por las injusticias del mundo, por las nuevas formas de esclavitud del mundo blanco, por los obreros y su carrera infructuosa tras un dinero que jamás verán, por los dueños y sus bolsillos sin fondo. Esta es la historia de un hombre viudo y su amor por una niña que aún no quiere dejar de ser niño, un hombre que arregla las flores del jarrón de su vitrina, que busca un rostro que no se parezca a ninguno, que deja la puerta de su negocio abierta toda la noche para que ese rostro aparezca, para que sea inevitable el encuentro, la conversación, las sensaciones que no se repiten…

De Frankie y la boda me queda una frase: “Tú piensas que todo acabó, pero eso sólo demuestra lo poco que sabes”, esa frase, leída una tarde hace algunos años, que puede resumir todo lo que pensaba y sentía, entonces, esa frase leída como una epifanía, como una revelación también para mi corazón cazador; de La balada del café triste me quedan las imágenes del Sur de Estados Unidos, sus campos sembrados, las máquinas de sus fábricas, el whiskey y un jorobado, de Reflejos en un ojo dorado, me quedan la imagen de un caballo y de un cuerpo enamorado, de El corazón es un cazador solitario, me queda la presencia de la guerra en las radios, me quedan dos cuerpos desnudos, adolescentes, aterrados del deseo y de su contundencia, me quedan una pistola en el bolsillo y la tranquilidad de quien ya ha tomado una decisión, me queda la violencia, la discriminación, la rabia que produce más violencia, más discriminación, me quedan las estaciones y los cambios que, lentamente, ocupan su lugar en nuestro ser, me quedan los sueños rotos y la insistencia en que mañana todo sea distinto, me queda la necesidad de encontrar a alguien que escuche, que entienda -que nos haga tener la impresión de que entiende, de que escucha-, que dé calor, me queda también la necesidad de estar en silencio, de vaciar las palabras, de no invadir con ruido mi propia habitación interior...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Topé con este blog por accidente, algun RT me imagino, pero me encanto. Con respecto al post confieso que me gusta más el titulo en Inglés, es algo personal ya que creci en Carolina del Sur y las referencias al 'old south' son más vivas para mi en Inglés. Muchas gracias por la recomendación, estoy segura que me lo leeré.