domingo, 13 de marzo de 2011

Biutiful:



Barcelona de inmigrantes, de prostitutas, de piratería, de contrabando; Barcelona de chinos, de senegaleses, de mujeres bipolares, de policías que le guiñan el ojo a los problemas, de hermanos que desean y son deseados por la mujer del prójimo, de niños que mojan la cama, de hombres que ayudan a los muertos a irse de aquí…

Barcelona y el cielo lleno de nieve, mariposas negras encima de la cama y espejos que reflejan lo que ya se ha ido. Decenas de máquinas de coser funcionando al mismo tiempo y una bodega que alberga los sueños de los que se van…

Él se levanta, prepara el desayuno para sus hijos, los lleva al colegio y sale a hacer lo que se puede, lo que puede, lo que ha elegido: recoge el paquete y lo entrega al policía, deja algo para él y lo guarda junto con todo aquello que no le confía al banco; allí está el futuro, allí está lo que va dejando… Luego correr, los golpes, la cárcel, la deportación, la madre y el niño solos, los chinos también tan solos… Ella lleva a su bebé en la espalda y no necesita cargadores ni correas especiales, ella sonríe y cuida la vida, porque es lo correcto, porque es lo que siempre hay que hacer.

Él y el dolor, él, que ayuda a irse a los que no pueden irse y no sabe cómo ayudarse a sí mismo; él, que ayuda a los demás, pero no sabe cómo ayudar más a sus hijos; él, que ama a una mujer, pero no puede vivir con ella, pero no debe vivir con ella; él, que no conoció a su padre, acaricia su cuerpo, después de tantos años, mira sus ojos, espera encontrarlo, como a él mismo, para compartir un cigarrillo en la tierra blanca…

Hay mañanas así, días en los que parece posible olvidar todo y seguir con las mismas esperanzas y los mismos sueños de días pasados, días en que se puede desayunar con helado derretido y comerlo con los dedos, días en que se pueden contar historias para saber dónde hemos estado, pero días también en los que es imposible no ver el colchón roto, quemado, el golpe en la cara, las ropas que sólo huelen a noche…

El tren ya no va a los Pirineos, el tren ya no va más a la nieve… Él llora por los cuerpos que el mar no ha querido llevarse, llora porque a veces las buenas intenciones no significan más que la intención contraria, porque a veces querer hacer lo mejor no resulta lo mejor, llora porque perdonarse es más difícil que perdonar…

Él regresa, prepara la cena, lo mismo de todas las noches, y ayuda a sus hijos a hacer las tareas, aunque no esté seguro de las respuestas… Se acuesta mirando las mariposas negras, con temor de que al ir al baño su hija lo siga y le pregunte “¿Estás bien, papá?”.

2 comentarios:

Haceme un 14 dijo...

Tal vez por todo ese drama que cuentas aquí con elocuencia es que no me he decidido a ver la película.

Pero lo haré y creo, lloraré.

Videodrome dijo...

¡Qué buen filme! Creo que a Bardem no le dieron el Oscar simplemente porque la peli no está hablada en inglés pero vamos, ese premio va en camino a desprestigiar más que a enzalzar.

Me encanta la cara oculta de Barcelona que muestra, nada glamurosa... El desespero silencioso del personaje, los pobres niños, su toque fantástico, el guión cuasicíclico... Pero sí, es en el personaje de Bardem en que el relato alcanza su universalidad completa...

Eso sí, la "actuación" (¿cameo?) de Martina García sobra, es lo único malo que tiene la peli, innecesario, qué cosa tan sonsa.

Pero tiene todo a favor, como uno de los mejores diseños sonoros que he escuchado en los últimos años.

Definitivamente González-Iñárrytu ha demostrado que tiene mucho más que dar sin su colaboración con Arriaga.

Creo que tu entrada captura la poética del personaje.