domingo, 10 de abril de 2011

Somewhere:



Un Ferrari dando vueltas en círculo, quedarse dormido mientras dos “bailarinas” vestidas como enfermeras (cortísimos trajes rosados, tacones altos, altísimos, piel demasiado bronceada) hacen la coreografía para una canción de los Foo Fighters… Aquí la música no acentúa ni atenúa las emociones porque no hay muchas –una vida sin banda sonora– y, cuando las hay, la ausencia de música subraya la misma incertidumbre de los personajes ante una sensación tan nueva…

Somewhere (traducida absurdamente como En un lugar del corazón) no me gustó tanto como Perdidos en Tokio o como Las vírgenes suicidas, pero en ella –como en todas las de Sofía Coppola– se percibe una estética particular, una búsqueda en la imagen, en las historias elegidas. La cámara está quieta por mucho tiempo, en planos muy planos, en secuencias demasiado estáticas, pero no es un programa de televisión; los diálogos son apenas las palabras que se necesitan para pasar el día, para responder en un restaurante, para solicitar indicación sobre dónde está el baño, para pedirle al taxista que avance hasta el aeropuerto, pero esta banalidad –que no es aparente, que es banalidad, a secas– no es televisiva –aunque sí hollywoodense–, sino apenas indiferente.

El espectador puede pensar que pasará algo: un choque, un accidente grave, una quiebra económica, una enfermedad, cualquier acostumbrado punto de giro, pero nada de eso sucede aquí. Esta es la vida de un actor de películas hollywoodenses, que vive en un hotel en Los Ángeles, con mucho sol, muchas piscinas, muchas atractivas mujeres, muchas fiestas, mucho dinero, muchos viajes, whiskey y cigarrillos. No, él no está harto de su vida, no, él no se cuestiona el sentido de lo que hace, no, él no "ama" su profesión, no, él no está entregado a ella, no, él no se pregunta por ello. Él tiene una hija a la que poco ve crecer y ella (Kirsten Dunst en Entrevista con el vampiro, Natalie Portman en El perfecto asesino, Scarlett Johanson en El señor de los caballos) posee el encanto de sus once años: el tiempo que se pasa solamente buscando en qué pasarlo, pero también el llanto, el sincero llanto de quien se siente en un limbo con padres que no quieren serlo…

Podría decir que, entonces, ella lo hace cambiar a él, lo induce a cuestionarse acerca de ese tiempo que simplemente pasa hasta dejarlo dormido nuevamente en su cama, cuestionar su forma de no haber estado, de nunca estar, pero el final es ambiguo y no es tan fácil como esto. Sin embargo, podría ser, muy posiblemente, que no lo haya entendido.

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