martes, 3 de abril de 2012

Vierundzwanzing Studen aus dem Leben einer Frau: Veinticuatro horas de la vida de una mujer


Como siempre, los libros llegan sin poder predecir cuándo. Buscando un libro de Zalamea, me encontré con uno de Zweig, una novela corta que narra exactamente eso, un día completo que define la vida de una mujer: Mrs. C.

A pesar de las tareas por realizar, de las otras lecturas pendientes, de los textos por escribir, Stefan Zweig había llegado y, como el cliché, no se iría hasta no llegar a la última página. Una mujer casada, una gran dama, dejando atrás a su “buen” esposo y su “buen nombre”, escapa un día con un recién llegado, más joven que ella, a quien ha conocido el día anterior; un hombre argumenta que la situación no tiene nada de extraño, pues la vida de un ser humano se puede definir en veinticuatro horas. Otra mujer, mucho mayor, escucha las palabras de aquel hombre y decide convertirlo en el testigo de una confesión, de las veinticuatro horas de definieron su vida...

Siempre se ha dicho que las mujeres tienden a dejarse afectar más por sus sentimientos, tienden a vivir el amor de manera más intensa que los hombres (sin embargo, los personajes masculinos de las novelas románticas y de otras contemporáneas desdicen esto), tienden a dejarse “arrebatar” con demasiada facilidad por lo que pueden llegar a sentir frente a alguien, tanto, que pueden decidir abandonar su vida anterior, su vida “oficial”, su gran vida social, para ir detrás de un amor, de la aventura, de la pasión o como se le quiera llamar. Este es el caso de Mrs. C.

En las primeras décadas del siglo XX, este personaje quiso redimir a un hombre, a un “desconocido”, quiso comprenderlo, quiso conocerlo, quiso escucharlo, quiso ayudarlo, confió en que alguien puede cambiar por alguien más y no por sí mismo, confió en la promesa de alguien que sólo podía ser fiel a sus propias obsesiones, a su propia cárcel... No hace falta el licor para sentir atracción por alguien, no hace falta emborracharse para excusarse por querer desnudarse frente a otro; a veces, la atracción es inexplicable, por momentos, irracional. Podemos inventar, podemos imaginar, podemos sentir como real que algo más que esa atracción corporal existe, podemos sentir al destino interactuando con nosotros, podemos decirnos mentiras para prolongar la sensación de plenitud, puede que la mentira sea cierta, puede que la mentira se haga dolorosa y nos reviente por dentro, nos obligue a reaccionar, a buscar nuestra vida anterior, a buscar la continuidad impasible de los días como refugio...

En el fondo de nosotros mismos, en el silencio de las noches, en continuas pesadillas, puede seguir apareciendo aquello que no fue o aquello que no fue como esperábamos. Sólo queda arriesgar un poco de nuestra seguridad rutinaria; luego, tal vez, recoger fragmentos en palabras que nos devuelvan una imagen absuelta de nosotros mismos...

Me acabo de enterar de que hay película.

No hay comentarios: