jueves, 6 de marzo de 2014

Agosto: Condado de Osage




Concebida en un principio como una obra de teatro, su autora participa en la adaptación para el guión de esta película sobre uno de los temas más comunes que ha dado pie para cientos de películas, series de televisión, novelas y cuentos: la familia y los secretos que están en su base.

Vamos hacia el sur de Estados Unidos, en pleno verano; vamos a instalarnos en una casa en donde las cortinas permanecen cerradas para no diferenciar el día de la noche, para hacer la vida aún más larga de lo que ya parece ser para este matrimonio: ella toma pastillas; él bebe todo el alcohol que puede.

Alguien se va sin decir a dónde y su prolongada ausencia hace que toda la familia se reúna, de nuevo. Las tres hijas que ya han dejado la casa paterna, vuelven con sus parejas (pasadas, futuras, presentes) y lo que hay es una larga cadena de crueldad matrilineal, una serie de verdades que se enuncian desde el rencor y la desdicha prolongadas. Decir una verdad no necesariamente ayuda a encontrar soluciones, no –al menos– cuando se enuncia con el ánimo de herir. Aquí hay seis mujeres heridas por su respectivas madres, quienes no pueden recibir amor. La tragedia de esta película, realmente, consiste en esto: en tener el corazón cerrado para recibir el amor de otro ser humano… Podemos ser “inteligentes”, pero no abiertos de mente; podemos apasionarnos por ciertas cosas, pero tener dura el alma.

Las cortinas se abren y entra el orden que, tras las puertas, ayuda a instalar una mujer Cheyenne; entran el aire, la luz, de lo que se muestra y se dice cuando no hay público, cuando se renuncia a ser víctima y a aceptar la responsabilidad de cada acto. Entonces, ya no se trata de quién es más fuerte, de quien puede defender por más tiempo su orgullo; entonces, las madres deben reconstruir su maternidad, porque, con los años, este lazo pierde casi toda su función innata, “natural”; entonces, las mujeres deben callar, porque, en este caso, son los hombres los que saben hablar desde el alma, desde la consideración y la comprensión…


Es una lástima que esta película esté teniendo tan poco espacio en la cartelera bogotana (y supongo que, más aún, nacional), que sólo a quienes les guste ir a cine a medio día puedan toparse con ella, y que, en cambio, se le dé tanta publicidad a una película como Ninfomanía que, a estas alturas de la filmografía de vonTrier, deja muy pocas ganas de esperar la segunda parte. Hoy sí entré con mi perro caliente y mis crispetas…

1 comentario:

Armando dijo...

Tengo muchas ganas de vérmela...En Cali solo se está proyectando en una sola sala, en un solo horario: 1:20, horario para jubilados....Gracias por tú reseña...Armando.