lunes, 8 de agosto de 2011

Medianoche en París:




Está en todas las salas de cine de la ciudad y todos (los que conozco) ya la han visto, la quieren ver o la van a ver. Cuando salimos de la sala, no existe otra forma de felicidad más allá de ella, de sus imágenes y de su historia.



El cine de Woody Allen es muchas cosas y, entre ellas, un homenaje a las grandes ciudades: New York, Londres, Barcelona, París y, próximamente, Roma. Ésta es París y los lugares que alguna vez he visto en la televisión, en otras películas, descrita en novelas, cuentos, poemas y crónicas; ésta es París en pleno verano y un estadounidense, escritor de guiones para películas hollywoodenses, enamorado de ella.



Medianoche en París continúa la propuesta de Scoop, se aleja del dramatismo de Match point (pero se acerca a ella en su perfección artística), del patetismo de Conocerás al hombre de tus sueños, de la comedia fácil de Si la cosa funciona y de los clichés culturales de Vicky Cristina Barcelona. Esta película confirma que por más que los seguidores de Allen ya sepan qué tipo de personajes se van a encontrar, que tipo de historias les van a contar, siempre esperarán la próxima.



Medianoche en París encanta porque es lo que todos los ñoños, pseudointelectuales, intelectuales, lectores, artistas y pseudoartistas, escritores y pseudoescritores, queremos ver alguna vez, queremos vivir alguna vez; encanta porque todos tenemos en nuestra mente una Edad de Oro en la que querríamos vivir. La del protagonista de esta película está en los años veintes: Fitzgerald (esposa y esposo), Hemingway, Dalí, Picasso, Man Ray, Buñuel, Stein, y otros cuyos nombres olvido, reunidos en las noches de París, en los cafés, en los salones de baile, en la casa de Stein, donde llega el protagonista con su novela bajo el brazo para que esa mujer, esa gran mujer (ahora lo sé) la lea, le dé un comentario.



París es el sueño de un hombre, el lugar que lo une a una época añorada, pero, sobre todo, el lugar que le otorga el justo presente que desea, que descubre como suyo; París es la ciudad que le enseña que el arte no es para jactarse del conocimiento que se aprende en los libros, en la Internet, en los documentales, en los viajes turísticos, en los salones de clase y en los museos, sino que el arte se vive, se aprehende como otra experiencia de vida. París no es la pedantería del que sabe datos como una enciclopedia y los recita frente a un auditorio al que quiere conquistar, sino la sencillez del que busca en el arte una clave de su existencia.



Aquí el amor son dos puertas que se cierran, pero todo terminará bien, porque es una de las comedias de Woody Allen. Cada uno toma sus decisiones y, más temprano que tarde, asume sus consecuencias… Llueve en París y él la ha soñado siempre de ese modo, entonces, una voz resuena cerca y ya son dos los enamorados de la lluvia.

2 comentarios:

Ángela Pérez L. dijo...

Agradezco cada entrada de este blog. Disfruté esta película, lo admito, mis conocimientos artísticos se apoderaron del momento y hasta reí, cuando sabía que los espectadores del lado no reían ni entendían muchas cosas....pero con sorpresa entendí que esta película es para todos, no sólo para los que tienen aires o ínfulas intelectuales, es divertida, amena. Infunde la necesidad de conocer París en la medianoche.

David Cotos dijo...

En definitiva: una excelente película.