martes, 6 de noviembre de 2012

México (Vol. 2)-Aguascalientes:






La música de fondo siempre es banda: en los autobuses, en las tiendas, en los camiones...
Viajo en un autobús con baños separados para hombres y mujeres; con dispensador de café, té, agua y aromáticas; con sillas cómodas; con un refrigerio; con audífonos y canales musicales; con un control que me permite silenciar la película que no quiero escuchar –ni ver–... 

Llego a Aguascalientes al amanecer y camino por las calles del centro hasta dar, por fin, con el hostal. Aguascalientes es el tequila, los mariachis, la cerveza y la muerte. Confío en un país que tiene un Museo Nacional de la Muerte, confío en un país que convive con la muerte y la hace, en verdad, parte de la vida.

Quiero una muerte mexicana; quiero que cuando muera, quede alguien que cada año quiera hacer un altar para mí, con una foto en donde esté sonriendo, con velas blancas, con flores amarillas, con agua, con lo que más me gusta comer, con una oración para mi alma, para mi recuerdo...

Cada viaje parece ser una muerte, el fin de un ciclo y el comienzo de otro; cada muerte es un renacimiento. Muere algo de nosotros que necesita darle espacio a algo nuevo; muere un sentimiento o un deseo; nace un aprendizaje, un descubrimiento; abandonamos personas y nos abandonan a nosotros; decimos “adiós” y “hola”, con más facilidad que antes; escucho “Cenizas” y esta vez no lloro; mi cuerpo recuerda, pero no añora, mi cuerpo como una marea...

No hay comentarios: