domingo, 7 de diciembre de 2008

El dedo índice de Mao

Juancho tiene al Gordo y el Mono tiene sus recuerdos. El Gordo tiene su ventana y Claudia tiene palabras que no se dicen...

Esta es una Medellín de la década de los setenta, esta es la historia de una generación (otra más) que intentó hacer la revolución en Colombia desde la Universidad (la de Antioquia). Esta es una Colombia: la del Frente Nacional; éstas son sus contradicciones.

El dedo índice de Mao, novela del paisa Juan Diego Mejía, es una historia de amor: la de Juancho y Claudia, la del Gordo y Juancho, y es otra historia: la historia de las ilusiones de una generación que veía en el campo la esperanza para lograr una transformación radical del país, tan radical que muchos, poco a poco, fueron enderezando cada vez más su dedo índice para señalar, para distinguir La Verdad, para separarla de las “banalidades” en las que viven los aún no iniciados en libros rojos. El dedo índice también sirve para hipnotizar mujeres ingenuas, de largas piernas, para saber cómo echar aguardiente en su cerveza, llevarlas a un apartamento y hacer una reunión a puertas cerradas: tres maoístas y una joven ávida de aprender o de “pertenecer”... La mujer de largas piernas no querrá volver a salir de su cuarto luego de la clase práctica de maoísmo...

Mi primer día en una Universidad pública, cuentan los que aún recuerdan que fue en un gran auditorio, un extraño espacio abismal, en donde algunos encapuchados nos dieron la bienvenida como primíparos; los memoriosos dicen que los encapuchados salieron desnudos del cuello hacia abajo, pero mi memoria no funciona igual porque yo tengo otro recuerdo: tengo puesta mi blusa favorita de la época, estoy sola, sentada sobre un muro de la universidad desde donde podía observar gran parte de la ciudad que se extendía allá abajo, recuerdo el sol y recuerdo la sensación que tenía ese día, esa sensación que me dio fuerzas para quedarme en esta ciudad por lo que yo pensaba que serían sólo cuatro años...

De las marchas de la Universidad sólo recuerdo una: recuerdo mi cuerpo tirado en mitad de la carrera Séptima, cerca de la Plaza de Bolívar, sin poder respirar bien, recuerdo las decenas de muchachos corriendo por encima de mí, por los lados, recuerdo a una muchacha encapuchada que, en medio de la huida, paró para ayudarme, recuerdo que me levantó y me dio leche o me untó leche –ya no recuerdo bien–, recuerdo que me dejó en el andén, a salvo de las piernas que corrían, y ella siguió su marcha, la larga marcha... Recuerdo que ninguno de mis compañeros estaba cerca, recuerdo la sensación de soledad y orfandad, recuerdo que cuando tuve más fuerzas emprendí el camino hacia atrás, hacia la 19; sé que mi rostro estaba rojo y que mi nariz y mi garganta eran más nariz y garganta que siempre, recuerdo que la gente me miraba: las mujeres de sastres oscuros, los hombres de corbata, recuerdo que tomé el colectivo, recuerdo que llegué a un cuarto y allí, en medio de la misma sensación de orfandad, decidí en silencio que mi marcha sería otra...

Juancho no quiere ser como los maoístas porque Claudia cree que todos son igualitos, que todos cerrarán la puerta con llave y la seducirán con discursos abstractos o a la fuerza; Juancho no está seguro de ser un maoísta porque su realidad es otra: Juancho unido a su hermano con “retardo mental de moderado a leve”, Juancho que no puede ir a las marchas porque su hermano lo necesita... “Sólo piensan en la Bota Militar, el Imperialismo Yanqui, el Rector Policía, el Gobierno Títere y nada de la vida real, son personas sin familia, ninguno tiene un caso de Erre Eme de Ele a Eme en su casa, con razón a Claudia todos le parecen iguales”... Hay un viaje y un libro que rondan la cabeza de Juancho, la idea de una muerte digna y de un pasaje a una libertad que apoye los sacrificios de sus amigos por la “causa”; hay un padre con sueños rotos y una hermana que crece y se va de la casa en silencio, hay siempre una ventana que separa el adentro controlable y el afuera incierto...

1 comentario:

Andrés Felipe dijo...

Hola, Paula! Que buena entrada esta la de tu blog, haciendo una reseña justa de la novela de Juan Diego Mejía y dejando entrever un poco de tu historia. Ya quisiera yo tener tu soltura y claridad para escribir. Muchas gracias por regalarme esas palabras y dejarme conocer tu opinión sobre esta novela que justo acabo de leer.

Andrés