lunes, 19 de enero de 2009

Cartografías literarias: Cartagena



García Márquez y Espinosa, Gómez Jattin y también Medina Reyes, pero sobre todo El amor en los tiempos del cólera y Del amor y otros demonios. El convento de las clarisas que ahora es el costosísimo hotel Santa Clara, en donde García Márquez encontró aquel día de 1949 el motivo para su novela de 1994, las casas de cal y canto en las que el sol parece no sentirse, algunas hoy convertidas en apartamentos, en hoteles, en restaurantes, en bares, en cafés, en almacenes, en museos, en boutiques, en universidades, en institutos, en salas donde conectarse a Internet; otras a punto de caerse, con grietas enormes en donde crecen hilos verdes, gigantes... El salitre, el mar y, sobre todas las cosas hermosas de este universo, la brisa y luego el sol...

Cartagena y la historia de este país mestizo: la casa de la Inquisición y el convento de la Popa. Aunque ninguno de los instrumentos de tortura que aparecen allí se haya usado en Cartagena, sí se siente la atmósfera inquisitorial, represiva, oscura... Las paredes blancas, los grandes portales, la huerta y los enormes árboles, su sombra reconfortante en la hora sin sombra, el refrescante atardecer, pero también las salas de exposiciones, la historia allí más viva que en cualquier otro lugar que haya conocido o deseado... Buziraco y Luis Andrea, los ritos de adoración al becerro de oro, el fraile que vino a salvar a Cartagena del paganismo y del diablo, y que murió en Urabá con flechas en todo su cuerpo, los soldados que se resguardaron allí para defender a Cartagena... Los sacerdotes que duermen, meditan, oran, desean, sufren, tienen revelaciones o aburrimiento en el piso superior... El silencio y la lentitud de las horas...

“¿De dónde nos visitan?” nos pregunta el de los collares de coral que no es coral, también las de los masajes “anti-estrés” que desestresan por quince minutos, la del restaurante en Bocagrande que sirve pescados de precios exorbitantes y el del “city-tour” que tantea el bolsillo del incauto... Para ser visitante hay que ser estratega, para ser visitante hay que ocultar que no sabemos nada de corales ni de masajes ni de la ciudad ni de pescados, para ser visitante hay que entender que ellos viven en el hoy. Para ser visitante hay que aprender a decir no, para ser visitante no hay que ser “cachaco” porque los “cachacos” son “groseros y amargados”, pero el “cachaco” que está a mi lado no es ni lo uno ni lo otro, así que se gana un masaje gratis de Anita, por no negar la “pruebita”, por no llamar a la “mala suerte”...

Y quien no viste de blanco, está out, y quien no va al concierto de música también, aunque no vaya a escuchar, aunque sólo vaya a tomar cerveza y a ser fanfarrón y a lucir sus mejores galas blancas... (Las de Medina Reyes, eran negras)...

Bajo la luz de la luna llena, sobre las murallas de Cartagena me cantaste: “una noche en Cartagena, pero contigo”... Contigo...
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Fotos por Paula.

1 comentario:

gonzzo dijo...

Alguna vez fui Juan de Mañozga, asediado por las brujas en Cartagena(que eran Yezid y Omar aleteando como urracas)... los primeros acordes que aprendí fueron los de la canción que te canté una noche en Cartagena...

A pesar de estar ahí a veces es difícil encontrar la ciudad en medio de tanta "gafa negra", de tanta ropa blanca, de tanta cámara (strike the pose!)... pero la briza la trae y es delicioso respirarla... al final resulta "todo monocuco"...ja, ja, ja...

Muchas noches en Caragena... pero contigo...