lunes, 19 de enero de 2009

¿El paraíso? En la otra esquina



Hay libros que poco a poco van llegando, sin que nos demos cuenta, como ciertas personas, como ciertos intereses y elecciones. Palabras escuchadas al azar, mensajes encontrados en papeles olvidados, ecos que llegan sin que uno preste demasiada atención y, de pronto, allí está; alguien es más directo, alguien es más claro y aparece la propuesta: El paraíso en la otra esquina (2003).

Vargas Llosa escoge dos vidas, dos seres relacionados por la sangre y la utopía: Flora Tristán y Paul Gauguin, una abuela y un nieto, una mujer y un hombre, una revolucionaria social y un artista, una escritora y un pintor. El paraíso es una esquina esquiva, un lugar de pistas falsas, una ilusión compartida. El paraíso es un lugar diferente para Flora y para Paul, Perú es una referencia distinta para Flora y para Paul. Para Flora, es un lugar más burgués que París, para Paul es el lugar de culturas primitivas y genuinas. Flora quiere convertir en un paraíso la cruenta realidad de los obreros en el siglo XIX; Paul quiere construir un paraíso lejos de la sociedad occidental y modernizada. Flora renuncia al amor y a sus hijos para dedicarse a cambiar la sociedad; Paul renuncia a su familia para encontrarse a sí mismo... La utopía también es el encuentro de la propia integridad, de la propia dignidad, de un lugar en el mundo...

Acompaño a Vargas Llosa en este diálogo íntimo con sus personajes; los acompaño a ellos hasta el vislumbramiento de la muerte. La paradoja es una figura que acompaña toda vida, la figura que sólo permite que la forma definitiva llegue con la muerte, la figura que transforma, que produce movimiento y aprendizaje, complejidad, hipotaxis. La paradoja acompaña la muerte de Flora y Paul; también la enfermedad. Los últimos años de estos personajes atravesados por la cercanía de la muerte, por la certeza de la enfermedad, del cuerpo que puede menos que la vida. Vargas Llosa escoge la última etapa en la vida de sus personajes para que este diálogo íntimo tenga sentido...

Los recuerdos se repiten y se amplían, la vida va tomando su forma definitiva, las elecciones que llevaron hasta ese punto, hasta la cercanía de una muerte particular. El narrador se alza sobre la muerte, los personajes ya no pueden hablar más, ya no pueden decidir más sobre sus vidas. ¿Qué hizo el siglo XX con las vidas de Paul Gauguin y Flora Tristán?, ¿qué está haciendo el siglo XXI? Las búsquedas son las mismas, pero ellos no pudieron saber el efecto que su propia búsqueda produjo en la historia; nosotros que lo sabemos, observamos el estado de los obreros, de los trabajadores en el mundo (nosotros mismos), de las mujeres en el mundo, y nos preguntamos (me pregunto): ¿quién hoy tiene el derecho a la pereza? La tierra prometida hoy se visita a través de Ecoturismo; el color y la línea ya no parece ser una búsqueda de los artistas plásticos.

“La lógica artificial de todo destino que se piensa hacia atrás” no es la intención de Vargas Llosa, sino la ambigüedad de toda vida. Si antes esperábamos de la Historia coherencia, la novela actual que aborda hechos o personajes históricos nos permite ver lo ingenuo de esta espera. La vida, la Historia se definen en instantáneas, en encrucijadas, en elecciones que nos permiten cambiar o ser fieles. Aunque sea triste ver cómo las utopías se van deshaciendo en el aire, también es necesario ver qué tanto queda de esa utopía en el presente, qué tanto ha cambiado, qué tan imperiosa sigue siendo, qué tan lejos estamos de ella... Si la literatura es (des)constructora de utopías, de “nuevos contratos sociales”, quisiera preguntarme por mucho más tiempo sobre esta novela, sobre la posibilidad de revuelta y el costo de la misma, sobre la abyección humana y las luces que hay en ella...

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