Estos personajes se conocen hace casi veinte años. De la
pareja que, en 1994, pasó la noche más “romántica” de sus vidas en Viena y, en
el 2004, se encuentran en Paris para entender que cada uno ha hecho su vida, en
el 2013, vemos una pareja, un matrimonio, padres de dos niñas gemelas, pasando
sus vacaciones de verano en el Peloponeso. Ambos apostaron por una relación que
parecía ser la única verdadera que podían tener en sus vidas, pero ahora
pareciera que esa apuesta ha sido cuestionada por uno de los dos.
Vi Antes del amanecer, tal vez, cuando tenía 17 o 18 años,
pensando en que quería un amor así, un amor de una noche, una noche para toda
la vida. Cuando vi la segunda parte, quería que, también a esa edad, pudiera
decir que tenía mi vida, la que quería. Ver Antes de la media noche trae
recuerdos, pero también pone los pies sobre la tierra. Los 40 años están más
cerca de lo que siempre pensamos, de lo que siempre pienso.
Ella es, por momentos, la sensata; él, por otros, el niño.
Ella, por momentos, es la “histérica”; él, el que entiende que es absurdo
pretender cambiar al otro, que el amor –aunque ya suene obvio– significa
aceptar al otro, con comprensión, coraje y sensatez… Ella, por momentos, es la
mujer “moderna” para quien resulta un conflicto absoluto ser esposa, madre, ama
de casa y profesional, al mismo tiempo; la que se queja porque no tiene tiempo
para ella; la que transforma la culpa o sus conflictos interiores en ataques
contra su pareja. Él, por casi todos los momentos, es el que la ama, como es;
también el que intenta manipular las situaciones, muy a su pesar…
Cuando hay una crisis, una pelea, una discusión, un
desencuentro, no se puede resolver si sólo media el orgullo de dos egos
hablando, moviéndose… Cuando hay una discusión de pareja, creo, siempre valdrá
la pena buscar la solución si el amor sigue pesando más que el ego, si ambos
tienen más o menos claro lo que quieren y eso no les genera conflicto (entre
dar y defender, ¿media la sensatez, el orgullo o la culpa?)…
Antes de la medianoche, al igual que las dos películas
anteriores, sigue sosteniéndose en los diálogos, en las largas secuencias que
estos configuran y la cotidianidad que comunican al espectador. La Grecia
veraniega sin crisis es el paraíso para las parejas jóvenes, para los niños,
para los ancianos; para la pareja a la que le he seguido –como muchos– el paso
hace un poco menos de dos décadas, es el momento de hacer un balance…
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