domingo, 16 de noviembre de 2008

DOG EAT DOG FILMS: The big one


En esta película de 1998, Michael Moore expone la gran contradicción de nuestro “poderoso” sistema neoliberal, capitalista acérrimo: ¿libertad de empresa?, ¿libertad de pensamiento político?
En Estados Unidos, sólo parece haber un partido que lo controla todo, un sistema empresarial que lo controla todo: The Big One. Para Moore, ése debería ser el nombre de Estados Unidos (¿qué pensará hoy?).


Moore recorre cincuenta ciudades de su país para promocionar el libro que una editorial muy reconocida se atreve a publicar con mucho, mucho éxito. Las ciudades son muy parecidas a la Springfield de Los Simpson, la Flint que tanto le duele a Moore: ciudades “intermedias”, pequeñas ciudades que dependen de los pocos centros industriales o empresariales que abren allí sus puertas. Algo hace entrar en un constante estado de sospecha a Moore: ¿por qué entre mayores son las ganancias de la empresa, más despidos hacen? El presidente nunca da la cara, sus asesores nunca están autorizados para hablar; otros aceptan con cinismo descarado que son las reglas del mercado, la forma de ser más “competitivos” (¿para eso la educación forma por “competencias”?).


Hay empleados a quienes les tienen prohibido ver a Moore, asistir a sus charlas; les dicen que “los están protegiendo”... En secreto, ellos se reúnen, crean sindicatos, exigen sus derechos, trabajan por su dignidad, por calidad humana (aunque sea una redundancia), se dan cuenta de que todos están en la misma situación...


Casi al final, Moore vuelve a intentarlo; el presidente de Nike ha accedido a verlo. Moore lleva dos pasajes de avión para Indonesia; le propone al presidente que vayan a visitar sus fábricas en las que muchachos de catorce años arman zapatillas por menos de un dólar la hora. El presidente dice que no tiene tiempo... Moore intenta convencerlo de que en Estados Unidos hay mucha gente dispuesta a trabajar haciendo zapatillas; el presidente dice que en realidad los estadounidenses no quieren trabajar haciendo zapatillas... Moore le propone una carrera de atletismo, un pulso; si el presidente gana, Moore no se quitará jamás unas zapatillas Nike, si pierde, tendrá que abrir fábricas de Nike en Estados Unidos, en Flint, Michigan; el presidente no acepta... Moore le propone hacer una donación para las escuelas de Flint; por fin, el presidente acepta... No sólo Nike busca la manera de encontrar mano de obra barata (indignamente barata); otras empresas hacen acuerdos con las cárceles para que los presos atiendan sus líneas telefónicas y las solicitudes o reservas de sus clientes...


Lo que más admiro en Moore es su firme creencia (sustentada en la acción) en que el estado del mundo no es algo petrificado, no es una roca que una gota de agua no pueda empezar a cambiar... Las paupérrimas condiciones de trabajo incineran poco a poco el bienestar que todos merecemos, vuelven aún más abismal la relación entre vida personal, familia y creación (que es lo que debería ser siempre un trabajo), menoscaban poco a poco aquello que día a día nos mantiene vivos...


De ciudad a ciudad, en autos o en aviones, se siente esa vida estadounidense que las películas hollywoodenses poco muestran. Country, sonidos sureños, olor a smog, colores grises, música surf sin mar cerca, asfalto, desempleados, pero, al mismo tiempo, una cotidianidad, una atmósfera que nos acerca y que es lo que más recordaré de esta película.

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