domingo, 2 de noviembre de 2008

Otro muy esperado: Calamaro en Bogotá (21-10-08)


Son los noventa y voy en un taxi con mi mamá, mi papá y mi hermano. Es domingo y llueve sobre la ciudad; venimos de estar en piscina, de comer chuleta de cerdo apanada, como en ese entonces eran los domingos familiares en Cali. Pasamos por la Sexta, por un Dunkin Donuts; pedimos donuts de arequipe y sigue lloviendo... Antes de llegar a la casa, escucho una canción en la radio: suena algo flamenca, suena algo rock, la voz suena ronca, aguardientosa, sensual y llena de energía; no sé quiénes son ni cómo se llama la canción, pero aunque ya todos se han bajado del carro y han buscado sus cuartos para descansar, yo sigo metida en el taxi hasta que finaliza la canción... Mucho tiempo después, sé que eran Los Rodríguez y desde ese día sé que la voz de Calamaro me acompaña...

Después de casi quince años de esperar este concierto, veo a Calamaro a muchos metros de mí, pero, como siempre, su voz lo abarca todo y el Simón Bolívar se sigue impregnando de sonidos del sur, de buenos aires... “Sin documentos”, “Los aviones” y “La espuma de las orillas” las más esperadas; los tangos lo más sentido, sin que yo me diera cuenta: “Es inmoral sentirse mal por haber querido tanto / debería estar prohibido haber vivido y no haber amado”... “Estadio azteca”. Mujeres que van y vienen en las imágenes del fondo, un corazón que “ya no tiene espinas clavadas” y que con una sola jugada esquiva un chiste flojo...

En alguna ocasión, hace años, en un programa de televisión entrevistaban a un músico peruano de quien no recuerdo el nombre, pero sí las palabras que pronunció: contaba que Calamaro estaba lejos de la ciudad, deliberadamente aislado en una casa perdida entre las montañas, componiendo, pensando... Y algo más que dijo que no he podido olvidar: “No le voy a dar consejos a los que quieren hacer música, porque si en realidad desean hacerlo, lo harán así nadie les dé nunca una palabra de apoyo”...

No hay comentarios: