jueves, 27 de agosto de 2009

Tiempo transcurrido (sin Villoro)

¿Por qué Villoro no vino este año a la feria del libro? ¿Por qué si México era el país invitado de honor, Villoro no estuvo? Más allá de la pataleta (y de las variadas, racionales, sensatas y posibles respuestas), de lo mucho que me hace falta sentir que Villoro está cerca, esta entrada recoge un nuevo descubrimiento de su obra: Tiempo transcurrido (2006), y también un agradecimiento a la persona que puso en mis manos este libro y su dedicatoria, y que hace posible que hoy hable de él…

Escrito en 1985 y publicado por primera vez en 1986, Tiempo transcurrido es un libro de bolsillo entre la crónica y la ficción, una forma de inventar el pasado, de apropiarse de él y luego dejar que se vaya, que agote su valor y que deje espacio a la llegada de otras memorias igual de ficcionales, igual de ciertas, en todo caso, distintas...

Inventar y apropiarse una forma de entender los sucesos que ocurrieron en la infancia, retornar y ver de nuevo los sucesos de la adolescencia: la revuelta (y la masacre) estudiantil del 68, la revolución, la universidad pública, la Guerra Fría, la nación como banderita, la devaluación, el petróleo y la deuda externa, los ochenta y sus discos, la ciencia ficción y las películas de terror, la antena parabólica, pero, sobre todo, el rock.

El tiempo transcurrido es la Historia que construye vidas, individuos; el tiempo transcurrido es el tiempo que construyeron Elvis, Los Rolling Stones (y sí, ni modo, también Los Beatles), Pink Floyd, Led Zeppelin, el rock progresivo, el punk, el glam, el rock en español y la música “protesta”, la música disco, el pop, Madonna y su ombligo, sus crucifijos, la ropa interior que se vuelve exterior. Canciones y grupos que no conozco (o que no recuerdo), pero que tienen sentido en los personajes que los escuchan, que los viven, que creen en sus utopías, pero que también cambian o se adaptan a los cambios que van más rápido que sus pensamientos: “Después del fracaso de las utopías gregarias (la comuna como picnic permanente), el Gato ha ido en busca del escape individual. Tres formas de aislamiento: la playa solitaria, los audífonos para oír rock progresivo, el cubículo donde ahora trabaja”...
Los hippies y el tiempo que pasa y pesa sobre sus sueños: “En medio de la música, Rubén pensó en sus papás abrumados por la mariguana, los problemas del país, el scratch en los discos de Chuck Berry, abrumados durante décadas sin hacer algo más que prepararse otro cafecito. Le dieron ganas de quemar las barbas de su papá y las camisas huicholes de su mamá, pero por el momento prefirió bailar abrazado a sus amigos, hundiéndose en las aguas de Police hasta que el público volvió a salir a la superficie”…

El glamoroso rock, el rock y el peligro de ser diferente y joven, la violencia ingenua del “rock pesado”, el punk y su sentido rebelde, escoger entre el disco o el rock: “Rocío no sabía cómo explicar que no estaba ni con unos ni con otros. ¡¡¡¿¿¿Qué???!!! Una raza marcada por las dualidades, que estuvo a punto de exterminarse en el siglo XIV para ver cuál de los dos papas era el bueno y que parecía dispuesta a hacer lo mismo en el XX si se cortaba la línea entre Washington y Moscú, tenía en su seno a alguien incapaz de definirse”…

Todos tergiversan sus sueños o los cambian por peluquerías, talleres mecánicos, recepciones y palcos, pero “los fantasmas nunca mueren”, pero están allí también dos de las “crónicas imaginarias” que más recomiendo: “1983” y “1984”, Magali y Rodolfo, a mediados de los ochenta, sin mucho que perder… Madonna y el desierto de Sonora. Magali y Rodolfo logran ser como quieren ser, logran algo con la música, con la escritura. Rodolfo regresa al desierto de Sonora y escribe sobre lo que siente, lo que ha asumido como suyo, sin complejos, sin provincianismos, sin folclorismo; Magali es una Madonna mexicana que canta al lado de la Basílica de Guadalupe. En un país demasiado católico –como el nuestro–, hacer el amor en un carro se convierte en delito y en origen de la envidia de un cuerpo entero de policías… Magali exhibe sus crucifijos, toma la fe y la devuelve en turbamultas para sentir cómo su dignidad vuelve…

Sigo esperando, seguir esperando, desesperadamente, De eso se trata
Mientras tanto, un descubrimiento: su página oficial www.clubcultura.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Suena muy bien.
Lo buscaré.
Saludos.

gonzzo dijo...

Villoro es otro poeta musical, un cuasi beatnik latino (por algo admirará tanto a Burrougs). Recuerdo sus crónicas de los Stones y U2... Los Beatles son inevitables, a mí también me aburren un poco (mmm, we both share that, mmm, and our Rolling Stones feeling, mmm)...

Definitivamente tengo que leerlo, I wanna share more feelings with you...

Lots of kisses...