viernes, 9 de diciembre de 2011

Villa Amalia:





Basada también en una novela, Villa Amalia cuenta la historia de una pianista quien una noche descubre que su pareja por quince años le es infiel; ella decide terminar la relación y empezar otra vida (el espectador no puede estar más de acuerdo, porque el actor sólo expresa pusilanimidad). Hasta allí no hay nada extraordinario; parecería otra historia más de la mujer que lo deja todo atrás para encontrar una vida en la que pueda reconocerse más fielmente representada. Vender el apartamento, vaciar las cuentas bancarias, abandonar la carrera profesional, dejar la pareja, cambiar de guardarropa, cortarse el pelo, buscar una ciudad con mar y sol, viajar sola, tener amantes (mujeres y hombres), encontrar un viejo amigo, perder a la madre y reencontrar al padre, ser reconocida por él, al fin.


En el preciso momento en el que se decide cerrar una puerta, otra se abre para confirmar el conocido refrán. La segunda secuencia de la película parece injustificada porque nunca sabemos cómo apareció ese viejo amigo que ofrece una taza de té y una tostada a la mujer que acaba de perder una ilusión; lo que sabe el espectador es que este hombre le permitirá a ella seguir con el relato de su vida, aunque ese relato no lo incluya a él del todo.


A ella, a Eliane (que ha decidido ser Anne) le interesa señalar la diferencia entre un Madeimoselle y un Madame; a una edad en la que fácilmente se relaciona a una mujer con esta última categoría social, ella sigue afirmando su derecho a ser Madeimoselle… Me gusta la imagen de ella nadando (en piscinas, en el mar azul profundo) y componiendo canciones en un piano imaginario, me gusta la limpieza de sus decisiones, su elección por el no y por el sí cuando y como lo prefiere.


Estamos en una película francesa, asistimos a diálogos escuetos, pero honestos (un sinónimo de escueto es desnudo –según me señala el diccionario– y nada más acorde con la forma como hablan estos personajes), a escenas cortas que se van vinculando con aparente fragilidad-gratuidad. Ella va dejando maletas y vestidos en todo su recorrido hasta Villa Amalia, habla todos los idiomas perfectamente y sabe exactamente qué hacer en cada uno de los destinos elegidos. A veces, esta especie de fluidez programada llega a ser antipática para el espectador (para mí); también la imperturbabilidad del carácter de Eliane-Ann, la serenidad de su ánimo, su capacidad para estar sola y en silencio. Sin embargo, estas antipatías pueden ser sólo el resultado de una cultura en la que no nos enseñan a viajar solos, a estar solos, a sentirnos bien en silencio…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, te dejo un enlace de un blog que se que te va a gustar, de ahí tomé el corto "Sálvame", que también sabía que te iba a gustar... seguiré leyéndote, pero no puedo ir más allá... un abrazo con todas mis garras... http://cortosclasicos.blogspot.com/