sábado, 4 de enero de 2014

Cartografías literarias: Bahía (Salvador, Camaçari, Jauá, Guarajuba, Arembepe), Brasil (IV)



Nuestro viaje se completa yendo a cuatro playas: Jauá, Guarajuba, Arembepe y Praia de Forte. El mar azul y la arena suave y morena, el sol sin nubes, la cerveza que pasa por la garganta sin sentir el sabor excesivamente amargo de la mayoría de cervezas colombianas. Entonces, tomamos sin parar, mientras veo desfilar todos los cuerpos masculinos enfundados en sungas que, en Colombia, pasarían por ropa de baño “gay”; mi traje de baño me delata como turista, en la tierra de los bikinis y los hilos dentales… Sentados todo el día alrededor de una mesa y un parasol, compartimos chistes, anécdotas e intercambiamos información de colombianos en Brasil y brasileros en Colombia. J. habla de la franqueza de los brasileros y de la reticencia de los colombianos a decir lo que realmente piensan (por tacto, decimos nosotros, por consideración por el otro; por falta de entrenamiento en aquello de ser directos y claros, sin necesidad de herir al otro, pienso yo). Por momentos, vamos al mar, por momentos caminamos por su orilla mientras el sol se oculta detrás de las palmeras.
  
De camino al bar, vemos gitanos y gatos en las calles… Al llegar al bar, vemos hombres que coquetean con otros hombres y mujeres que bailan con otras mujeres, y hombres que besan a mujeres, y niños que, sentados junto a sus padres o corriendo por entre las mesas, también disfrutan de la música del grupo de samba que ya va terminando su presentación de hoy… Nosotros abrazamos nuestra “jirafa” de cerveza y L. me enseña un paso de samba bahiana; comemos buñuelos de pollo con papas fritas…

En casa de D. se preparan tres fiestas: dos cumpleaños y la Navidad. J. se burla de la forma en que los colombianos cantamos el “Feliz cumpleaños”; mientras nosotros hicimos una traducción de la versión norteamericana, los brasileros cantan una forma “original” –dice él–. Nosotros tratamos de aprenderla para darle a sorpresa a D., pero no lo conseguimos. Lo que sí conseguimos es disfrutar de los ponqués, los fríjoles, la harina de yuca, las carnes, las ensaladas, el arroz, la sangría, cerveza y más cerveza para celebrar estos parabéns. Yo me quedo pensando en que me gustaría un cumpleaños a lo bahiano: no esperar a que alguien me celebre, sino yo mismo celebrarme mi vida, mi llegada a este mundo; preparar para mí y para aquellos que quiero una feijoada con mucha carne y cerveza...

En su programa en la televisión local, G. envía saludos para los colombianos hospedados en la casa de su hermana; A. y yo alcanzamos a escuchar nuestros nombres y luego una cadena de sonidos acompañados de imágenes de fútbol. Somos famosos en la televisión de Camaçari, somos famosos y bienvenidos en la casa de C. y D. Como buenos colombianos del interior, nos sentimos, “apenados” y nos parece poco lo que ofrecemos para compensar, de algún modo, todo lo que nos han dado, toda la alegría, el cariño y los cuidados para estas vacaciones a la brasilera.


¿Qué son las vacaciones sino una forma –la más superficial de todas, pero una, al fin– de dejar de definirnos por lo que hacemos y pensar más en lo que somos? Paso más de una semana sin revisar el correo electrónico, sin ver las publicaciones del Facebook, sin hablar con nadie por celular, sin pensar en los papeles que me definen en mi cotidianidad bogotana, sin pensar en que valgo por lo que hago, por lo que produzco; sólo estoy yo, lo que soy y lo que construimos entre compañeros de viaje.



No hay comentarios: