Llegamos
al Pelourinho, al centro histórico de la ciudad, donde podemos ver la
arquitectura que dejaron los portugueses y parte de la vida cultural de esta
enorme ciudad, rodeada por el mar. Quedo gratamente sorprendida con dos
lugares: una plaza en donde cada sábado hay toques en vivo de grupos de samba,
y el Cravinho, un lugar en donde
podemos degustar todos los licores hechos con la famosa cachaza brasilera. Lo
que más me gusta es que el grupo no toca para los turistas o no sólo para
ellos, sino que los músicos, sentados alrededor de una mesa rectangular,
interpretan sus instrumentos y son los bahianos a quienes veo cantando las
canciones y bailando, tomando cerveza y cachaza en todas sus formas. El domingo,
volvemos a pasar por allí y vemos una presentación de capoeira. D. y A. me
explican que no hay forma de desligar sus tres funciones: juego, baile y
combate. Los esclavos (con cuchillos en sus pies) ensayaban sus movimientos de
combate para enfrentar a los blancos, quienes pensaban que ellos sólo estaban
divirtiéndose en esa especie de juego y danza. El hombre que recoge el dinero
de los turistas en un sombrero, me empuja al centro de la plaza y me pone en
medio de dos negros enormes que hacen poses junto a mí, mientras más allá, alguien
ha tomado mi cámara y dispara…
Frente
a una iglesia vemos una cruz gigante. D. nos explica que antes, allí estaba un
poste del que ataban a los esclavos para azotarlos… Más abajo está la iglesia a
la que podían ir los negros y, más allá, una iglesia en la que podemos pedir un
novio o una novia… Hemos comido moqueca de pescado, pititinga, acarajé, sabores
que tienen música… Hemos visitado la Iglesia del Señor de Bonfim y hemos pedido
nuestros tres deseos; hemos caminado por el malecón, comiendo helados de coco,
guayaba y piña; hemos visitado la casa de Yemanjá, la señora de estos mares;
hemos ido al Faro y, al igual que la policía, hemos dejado tranquilas a las
parejas que sólo quieren estar solas, de cara al mar, detrás de la vieja
construcción. Escuchamos las historias de D. y J. sobre el carnaval, sobre las
treinta bocas que han besado en un solo día, sobre el dolor de amígdalas y la
gripa del día siguiente, sobre el calor del cuerpo que baila todo el día, sobre
la cerveza que no se agota…
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