sábado, 4 de enero de 2014

Cartografías literarias: Bahía (Salvador, Camaçari, Jauá, Guarajuba, Arembepe), Brasil (III)



Llegamos al Pelourinho, al centro histórico de la ciudad, donde podemos ver la arquitectura que dejaron los portugueses y parte de la vida cultural de esta enorme ciudad, rodeada por el mar. Quedo gratamente sorprendida con dos lugares: una plaza en donde cada sábado hay toques en vivo de grupos de samba, y el Cravinho, un lugar en donde podemos degustar todos los licores hechos con la famosa cachaza brasilera. Lo que más me gusta es que el grupo no toca para los turistas o no sólo para ellos, sino que los músicos, sentados alrededor de una mesa rectangular, interpretan sus instrumentos y son los bahianos a quienes veo cantando las canciones y bailando, tomando cerveza y cachaza en todas sus formas. El domingo, volvemos a pasar por allí y vemos una presentación de capoeira. D. y A. me explican que no hay forma de desligar sus tres funciones: juego, baile y combate. Los esclavos (con cuchillos en sus pies) ensayaban sus movimientos de combate para enfrentar a los blancos, quienes pensaban que ellos sólo estaban divirtiéndose en esa especie de juego y danza. El hombre que recoge el dinero de los turistas en un sombrero, me empuja al centro de la plaza y me pone en medio de dos negros enormes que hacen poses junto a mí, mientras más allá, alguien ha tomado mi cámara y dispara…



 

Frente a una iglesia vemos una cruz gigante. D. nos explica que antes, allí estaba un poste del que ataban a los esclavos para azotarlos… Más abajo está la iglesia a la que podían ir los negros y, más allá, una iglesia en la que podemos pedir un novio o una novia… Hemos comido moqueca de pescado, pititinga, acarajé, sabores que tienen música… Hemos visitado la Iglesia del Señor de Bonfim y hemos pedido nuestros tres deseos; hemos caminado por el malecón, comiendo helados de coco, guayaba y piña; hemos visitado la casa de Yemanjá, la señora de estos mares; hemos ido al Faro y, al igual que la policía, hemos dejado tranquilas a las parejas que sólo quieren estar solas, de cara al mar, detrás de la vieja construcción. Escuchamos las historias de D. y J. sobre el carnaval, sobre las treinta bocas que han besado en un solo día, sobre el dolor de amígdalas y la gripa del día siguiente, sobre el calor del cuerpo que baila todo el día, sobre la cerveza que no se agota…


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