sábado, 4 de enero de 2014

Cartografías literarias: Bahía (Salvador, Camaçari, Jauá, Guarajuba, Arembepe), Brasil (II)



Tomamos el bus a dos cuadras de la casa de D. y empiezo a escuchar los diversos ritmos derivados de la samba que escucharemos en todo el viaje. La única canción que escucho en otro idioma (inglés) en todos esos días de viaje es una de Daft Punk (infaltable en el 2013: “Get lucky”), saliendo del equipo de sonido de un restaurante-bar en una zona del centro histórico de Salvador, hecha especialmente para los turistas. D. y J. nos mencionan decenas de grupos y cantantes brasileros, cantarán y tararearán canciones que nosotros desconocemos. Les hablamos de una canción que se escuchó mucho en Colombia y tal vez en todo el continente, pero ellos dicen que no les gusta porque el cantante se la plagió de un grupo musical de Bahía (yo recordaré el “bom [chi] bom [chi] bom bom bom” y A. pide que le pongan “La lambada”…).

Nuestro primer encuentro con Salvador tiene el encanto del candomblé, de la santería y los dioses orishas. Después de pasar por uno de los estadios construidos para el Mundial de Fútbol y de probar nuestro primer plato bahiano, caminamos alrededor de las representaciones de los dioses orishas: a lo lejos, sobre una de las riberas del Dique de Tororó, los del agua; en la otra orilla, los de la tierra y las ofrendas que les dejan los creyentes bajo los árboles, con las que nos toparemos en muchos de nuestros recorridos: champaña, cerveza, rosas, yuca, frutas, tabaco. D. nos cuenta la historia de cada uno de los orishas y me sorprende su cercanía con otras leyendas de dioses occidentales.


Nosotros somos los “blancos” –colombianos, del interior– (incoloros, insaboros, inodoros) en medio de todo este mundo mezcla de portugueses, africanos e indígenas. Los cuerpos de grandes caderas, de amplios pechos, de largas y firmes piernas, de ojos grandes, desfilan delante de nosotros. Pienso en los negros del Pacífico y del Atlántico colombianos, pero la fisonomía de los bahianos es distinta; distinto su color de piel, distinto su tono de voz, distintos sus rasgos faciales. Otra parte de ese universo negro que tanto admiro y al que tan cercana me siento, en tantos aspectos.



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