Tomamos
el bus a dos cuadras de la casa de D. y empiezo a escuchar los diversos ritmos
derivados de la samba que escucharemos en todo el viaje. La única canción que
escucho en otro idioma (inglés) en todos esos días de viaje es una de Daft Punk (infaltable en el 2013: “Get
lucky”), saliendo del equipo de sonido de un restaurante-bar en una zona del
centro histórico de Salvador, hecha especialmente para los turistas. D. y J.
nos mencionan decenas de grupos y cantantes brasileros, cantarán y tararearán
canciones que nosotros desconocemos. Les hablamos de una canción que se escuchó
mucho en Colombia y tal vez en todo el continente, pero ellos dicen que no les
gusta porque el cantante se la plagió de un grupo musical de Bahía (yo
recordaré el “bom [chi] bom [chi] bom bom bom” y A. pide que le pongan “La
lambada”…).
Nuestro
primer encuentro con Salvador tiene el encanto del candomblé, de la santería y
los dioses orishas. Después de pasar
por uno de los estadios construidos para el Mundial de Fútbol y de probar
nuestro primer plato bahiano, caminamos alrededor de las representaciones de
los dioses orishas: a lo lejos, sobre
una de las riberas del Dique de Tororó, los del agua; en la otra orilla, los de
la tierra y las ofrendas que les dejan los creyentes bajo los árboles, con las
que nos toparemos en muchos de nuestros recorridos: champaña, cerveza, rosas,
yuca, frutas, tabaco. D. nos cuenta la historia de cada uno de los orishas y me sorprende su cercanía con
otras leyendas de dioses occidentales.
Nosotros
somos los “blancos” –colombianos, del interior– (incoloros, insaboros,
inodoros) en medio de todo este mundo mezcla de portugueses, africanos e
indígenas. Los cuerpos de grandes caderas, de amplios pechos, de largas y
firmes piernas, de ojos grandes, desfilan delante de nosotros. Pienso en los
negros del Pacífico y del Atlántico colombianos, pero la fisonomía de los
bahianos es distinta; distinto su color de piel, distinto su tono de voz,
distintos sus rasgos faciales. Otra parte de ese universo negro que tanto
admiro y al que tan cercana me siento, en tantos aspectos.
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